La historia del Mausoleo de Miralpeix cabría definirla como el desencuentro entre un camino de buena voluntad, un devenir incierto, y una conclusión todavía por escribir. Un periplo que se inició en los años 60´, con un traslado “in extremis” de las aguas del Pantano de Mequinenza hasta su reposo actual, descontextualizado, presidiendo los Jardines de la Colegiata de Sta. María La Mayor.
Un desmontaje, traslado y reconstrucción inapropiados, la presencia continua de humedad afectando su parte más sensible (cámara funeraria ó conditorium) y 50 años de erosión bien cumplidos en tan expuesta situación, motivaron una primera actuación de emergencia en el año 2008, apeándose la bóveda ante el riesgo cierto de deslizamiento de las dovelas.
En el año 2009, tras sendas iniciativas profusamente debatidas, se consolidó la realización de una instalación expositiva cuyo eje vertebrador sería la puesta en valor del monumento mediante una guía didáctica que abarcara el mundo íbero y romano, en un edificio que fuera al tiempo sede de la Oficina Comarcal de Turismo del Bajo Aragón-Caspe (Baix Aragó-Casp): La “Tumba de Miralpeix” sería desplazada, reconstruida resolviendo las incoherencias del traslado inicial y restaurada; expuesta a toda altura y protegida en una instalación que definitivamente apostara por la puesta en valor de este monumento romano del S. II d.C.
El tortuoso camino propiciado por la variación de la orientación original, precipitó finalmente en una nueva propuesta que mantenía los restos sensiblemente en el emplazamiento actual, con un proceso equivalente de desmontaje, restauración y montaje en la posición correcta de sus sillares, aunque ahora aprovechando el desnivel existente, favoreciendo la percepción desde distintos ángulos, recuperando a un tiempo la visión de la proporción original y de sus distintas partes a partir de un recorrido centrípeto integrado en el conjunto de los jardines: “La Tumba de Miralpeix” como sujeto articulador del entorno inmediato, adecuadamente restaurada, protegida del contacto con el terreno y completamente aislada.
Finalmente en 2014, en un giro inesperado, se iniciaban las obras de restauración en el mismo emplazamiento, que no han venido a corregir completamente las afecciones por contacto y la falta de coherencia estilística (inclusive constructiva) de las piezas existentes (sin desmontar), precipitándose en el decurso de las obras la paralización por la Dirección General de Patrimonio ante la imposibilidad de abordar la reintegración pétrea prescrita en el conditiorum, como sustitución alternativa al mortero originalmente previsto, y que una vez iniciadas las obras, se desveló como inevitable.
El desencuentro técnico en la redefinición de la solución constructiva para el levantamiento de la paralización de las obras, cumplimentando las directrices inapelables de la Dirección General de Patrimonio, en conjunción con la finalización de los plazos administrativos para la consecución de las obras, precipitaron el proceso actual de rescisión con la contrata, abordado como “mal menor” para intentar evitar la pérdida total de la subvención comprometida.
Se ha iniciado, sin dilación, la búsqueda de nuevas posibilidades de financiación con un replanteamiento que compatibilice el gasto realizado y reconduciendo los problemas constructivos, aunque lamentablemente represente renunciar (quizá por muchos años) a una resolución estilística y expositiva bien merecida.
Sin duda alguna, ahora, el reto debe centrarse en garantizar la integridad constructiva a medio plazo y evitar un deterioro mayor, la vida digna de este legado para las nuevas generaciones, en la confianza de que sabrán resolver la conclusión a la que aludía al inicio, sin duda alguna, con mayor fortuna.
Concejalía de Patrimonio Ayuntamiento de Caspe
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