Una caspolina en Nepal

Desde la primera vez que fui a Nepal, en 2009, me sentí como en casa. Unos sentimientos de bienestar y de pertenencia surgieron de inmediato al aterrizar en Katmandú. Ésto nunca antes me había ocurrido en mis viajes al extranjero. De hecho, repetí la experiencia y volví a Nepal en 2012, como agradecimiento a esa gente tan amable, y estuve trabajando con la ONG Sathi Sansar como voluntaria en el colegio de Educación Especial que tienen en Pokhara.

No soy la única repetidora. Allí conocí a mucha gente que iba de nuevo a Nepal. Conocí a un caspolino del 54 (no recuerdo su nombre, sólo sé que ya no vive en Caspe) que había ido 17 veces acompañado de su mujer y a veces de sus hijos veinteañeros. Otros iban por tercera o por cuarta vez y yo no descarto volver, porque a mi hijo seguro que le encantará también.

Bhaktapur

Bhaktapur

Con esto quiero decir que algo hay, algo tiene un país al que todos recordamos con cariño a pesar del tráfico caótico y de las peligrosas carreteras. No sabría explicar qué es. La gente es amable y sonriente en general, se respira tranquilidad y algo de caos ordenado a la vez. Es delicioso. Es un país pobre, eso no se puede negar; hay familias enteras sin hogar, hay niños mendigando en la capital, pero no es algo masivo. En el resto del país hay colorido en los paisajes y en las ropas de la gente, hay una pobreza digna, de gente que se ayuda entre sí en lo que puede. A veces la higiene y la amabilidad te hacen olvidar esa pobreza y se hace invisible a los ojos del extranjero. Están tan contentos con lo que tienen y lucen tan bien sus saris y sus escasos bienes que te hacen dudar acerca de quién es el rico y quién es el pobre.

Hay más motivos para visitar Nepal. Incluso ahora que ha ocurrido este terrible terremoto, puedes ver las montañas más altas del planeta, y eso impacta, te sobrecoge y te deja sin respiración. Poder mirar hacia arriba y ver picos de más de 6000 metros te hace sentir pequeño y te hace sentir unido a la naturaleza. Esa experiencia es única y estoy convencida de que dentro de unos meses la vida en el valle de Katmandú se restablecerá  y estarán deseando volver a acoger a turistas.

Mac

Machapuchare (6993 m)

 Pienso mucho en Susmita, una niña que estuvo con nosotros en 2009 cuando terminamos un trekking de 4 días que finalizaba en Gorkha. Sus padres regentaban el hostal donde dormíamos, y llegamos agotados, algo quemados por el sol y con pocas fuerzas. Nos recibió con una gran sonrisa y nos animaba a seguir sonriendo a pesar del cansancio, “keep smiling like this”, ella nos hacía reír para animarnos. La familia era igual de encantadora y educada que Susmita, nos hicieron sentir parte de ellos y nos quedamos un día sin salir de su casa, no por cansancio sino porque parecíamos amigos de toda la vida a pesar de las limitaciones del idioma. Les enseñamos juegos de cartas, hacíamos dibujos para entendernos y hablábamos con ellos, aunque no recuerdo ni cómo ni de qué.

Susmita

Susmita

Gorkha está muy cerca del epicentro del terremoto, y más de dos tercios de las casas de la ciudad han quedado devastadas. Las imágenes te ponen los pelos de punta y confieso que he buscado entre la gente la cara de Susmita, o de su padre, los dos a los que mejor recuerdo. Las imágenes de Gorkha empiezan a llegar ahora, una semana después del terremoto, porque ha sido muy complicado acceder. De la misma manera, ha sido dificilísimo hacer llegar la ayuda y los equipos de rescate. Hay historias de abuelos que se han puesto a levantar ellos mismos los escombros para rescatar a los nietos.

Poco a poco tendremos menos información de lo que allí ocurre, porque esto funciona así. Los medios van dejando de interesarse por Nepal, y es lo normal porque la actualidad manda, y van surgiendo otras noticias que hay que cubrir. Espero que, de manera individual y colectiva, todos nos sigamos acordando de vez en cuando de Nepal y que podamos contribuir de alguna manera, económica o personal. La contribución personal puede ser trabajando en las labores de reconstrucción del país o también viajando y contratando a guías locales, comiendo pakodas (exquisitas) en los pequeños restaurantes y durmiendo en los hoteles familiares. Es el modo de vida de muchos nepalís y es la mejor manera de asegurarse de que el dinero se lo queda quien se lo tiene que quedar.

Económicamente se puede contribuir aportando dinero a las grandes y pequeñas ONGs que trabajan en este país. Es importante que sean de confianza.

Sathi Sansar (www.sathisansar.org) trabaja en temas de educación y discapacidad en la región de Pokhara, y afortunadamente no ha habido que lamentar daños ni entre el personal local que trabaja en los centros ni entre los niños que acuden a los colegios.  Sathi Sansar aporta todo lo recogido a ChildFund, otra organización que dispone de medios para actuar en emergencias y que va a actuar con la población infantil del distrito de Sindhupalchok, uno de los más devastados. Las grandes ONGs y asociaciones, como Cruz Roja, Médicos del Mundo y Oxfam también están actuando desde el primer momento.

Formando al personal local en Sathi Sansar

Formando al personal local en Sathi Sansar

No hay opciones mejores ni peores. Cada uno puede valorar y ayudar como crea conveniente. Este último párrafo acerca de las asociaciones lo escribo porque mucha gente quiere ayudar pero no sabe bien cómo hacerlo por falta de información.

La vida sigue y los tenderos ya han abierto sus puestecillos rodeados de atascos y motos ruidosas en Katmandú. Nepal ha perdido gente y templos, pero estoy convencida de que su esencia sigue ahí y que eso que nos ha enganchado a tanta gente no cambiará por el terremoto.

Namaste (saludo típico en Nepal).

Julia Arcega Blanco

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