Psicopatología caspolina (I): MILORCHOS

Incluimos esta categoría entre los síndromes intelectualmente deficitarios por aparecer para estos sujetos una merma de algunas aptitudes cognitivas y en lo que se refiere a las habilidades sociales que les produce, por su parte, algunas frustraciones en la vida de relación, y, desde el lugar del otro, cierto sentimiento de conmiseración.

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Un milorcho de manual

El milorcho puede alcanzar niveles intelectuales normales, o incluso elevados, manifestándose su déficit en una ausencia casi completa de picardías; ello le acarreará problemas al prestarse al abuso por parte de otros, y, por otra parte (aparte de la parte de los abusos, se entiende), le hace poco agraciado en sus comentarios, sin llegar a la mala folla, y de cortas entendederas ante el sentido del humor, para el que manifiesta ostensible atrofia.

Se corresponde bastante con cierta categoría social que, si bien no forma parte de la nosología clásica, si puede dar idea de la naturaleza de este síndrome; nos referimos al infeliz. Ciertamente creemos encontrar en los orígenes de este cuadro un sentimiento  inconsciente de culpa producido por una madre castradora que ha acostumbrado al milorcho a recibir, sin permitirle dar o restituir; esa actitud de «aquí me las den todas» se perpetúa durante toda su vida. Su incapacidad para interpretar o sentir cuál sea el humor de una situación dada, bien pudiera pensarse como un predominio basal de la melancolía.

Ciertamente es frecuente en el milorcho ir amargándose con el paso de los años y manifestarse su infelicidad en un exceso de la citada bilis negra origen de dicha amargura. Generalmente no la manifiesta y sólo es reconocida como tristeza vital y falta de interés, características todas ellas depresivas.

Es el milorcho el empleado casi perfecto; dócil, ríe las gracias a sus jefes sin interés, dispuesto a las tareas rutinarias, se muestra agradecido y afortunado de que lo utilicen, ideal para trabajos burocráticos y de oficina. Consigue en ocasiones casar con alguna «buena chica» (arpía que mantuvo prudentemente su virginidad para el milorcho), que se ocupará de hacerle tragar y de que expíe sus culpas por el resto de sus días. Esta combinación matrimonial en el milorcho se muestra altamente adaptativa y produce nuevos milorchetes en cadena.

Arturo Alcaine Camón

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