Adiós mi Caspe querido, adiós mis ríos que os bañan, adiós mis montes y valles; adiós mis balsetes de agua que, cuando yo llego sediento en medio de aquella calma, dejáis sumergir mis manos en vuestras tranquilas aguas, y llenar mis cantimploras con aquellas mismas ansias que un perdido en el desierto que no encuentra gota de agua. . Y me alejo de vosotros sin daros aún las gracias. Todo esto no sé qué tiene, ni tampoco mi nostalgia; pero cuando yo me alejo de ésta mi pequeña Patria, mi cuerpo parece autor de un gran crimen por venganza. Y estando por esas tierras donde el destino me manda, nunca miro lo que hago ni nada me importa nada. . Soy como el legionario que, en una cruel batalla, con la sonrisa en los labios de su trinchera se lanza, creyéndose invulnerable contra el plomo y la metralla. Jesús Jiménez
Publicado en la revista Aula Antigua, Grupo Cultural Caspolino, 1989