Memorias de un caspolino cualquiera (V): Pesca y Mar de Aragón

Hablar de Caspe es hablar de pesca y del Mar de Aragón. Mi padre nos contaba como cuando era joven iba con sus amigos Luis Gavín, Antonio Lasheras, Manuel Herrero o Ambrosio a nadar al río Ebro a Rimer o Chacón. Utilizaban brazadas de cañas con las que se dejaban arrastrar río abajo.

Cuando llegó la inundación ganamos un gran pantano pero perdimos muchísimas cosas. Partidas, huertas, edificaciones, escuelas, pueblos enteros con sus cementerios y sus ancestros, la vida del río Ebro, con sus corrientes y remansos. Yo he disfrutado de larguísimas jornadas de pesca en El Dique, en El Pino de los Conejetes, en La Herradura, en Chiprana…

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La afición por la pesca llega a través de mi abuelo Valentín Borroy y de mi hermano mayor, que la mama antes que yo y que no en vano fue Campeón de Aragón infantil de pesca. Los tiempos han cambiado y el arte de la pesca ha mejorado con multitud de tipos de cañas, de carretes automáticos, de señuelos, indicadores automáticos de picada, etc.

Les confieso que yo sigo pescando como me enseñó mi abuelo hace 40 años. Con su caña, con un carrete de mano, un corcho, doble anzuelo y pan amarillo como cebo. A las orillas del pantano he pasado innumerables horas mirando cualquier movimiento del corcho, concentrado pacientemente esperando la picada de tu vida, con el sol cayendo a peso sobre tus hombros.

Así aprendí y adquirí la poca paciencia que tengo. Una paciencia que pierdo cuando veo como se ha maltratado y saboteado la vida animal del Mar de Aragón con la introducción de especies foráneas al principio y con el vandalismo y crimen contra la fauna y la naturaleza que sufre en la actualidad.

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Quieren hacer del Embalse un Coto de Pesca que ayudará a llenar las arcas de la Consejería de Agricultura y Pesca. Quieren poner coto a una actividad ancestral que ha tenido Caspe desde que es Caspe. A mí me gustaría llevar a mis nietos al Dique, a la hora que yo quiera y el día de la semana que sea sin tener que pagar y pedir permiso para ello, como hizo mi abuelo conmigo.

Para evitar esto es necesaria más vigilancia y control sobre las orillas, con más personal, dotado de mejores medios e involucrar a la Compañía Eléctrica que gestiona sus aguas, que bastante nos hizo con quitarnos nuestras aldeas y tierras.

Para que El Mar de Aragón, con sus 500 km. de costa interior, siga siendo un lugar público y gratuito donde podamos ir con nuestras licencias de pesca a enseñar a pescar a nuestros hijos y nietos.

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