La memoria, a veces esquiva, nos devuelve emociones, olores y sabores que se hacinaban en lo más profundo de nuestro cerebro y nuestro corazón. Parece mentira como con los 50 años recién cumplidos, una imagen o una frase devuelven a la vida sensaciones ya vividas, emociones que te trasladan a tu niñez o juventud.
Hace pocos días que Rosa Mari, la nieta del Abuelo Volador, colgó una fotografía suya en internet. Al instante se agolparon en mi cabeza imágenes de como mi abuelo me llevaba a la Plaza a recibir a este titán de la bicicleta cada vez que finalizaba una de sus hazañas. Recuerdo su piel bronceada y curtida por el sol y el viento, sus piernas, finas, musculadas, no propias de un hombre de su edad.
Igualmente me vino a la cabeza cuando mi padre me llevó a ver a Ramón Sáez -Tarzán- en una salida de la Vuelta a Aragón que partía de Caspe. Mi padre sentía especial admiración por este ciclista que sin embargo no era un ganador nato, más bien un buen gregario que supo aprovechar las oportunidades que la carrera le dio.
Pienso lo que tuvo que influir y pesar en mi subconsciente estos hechos para que muchos años más tarde me lanzara a la carretera y compitiese durante doce años.
Mi abuelo me llevaba a pescar, con apenas siete u ocho años. A esa edad daba más mal que pescaba. Pero eso hizo que ya en edad adulta la pesca haya sido una de mis grandes aficiones.
Hace unos días hablaba con Laura, una niña de la pandilla de mi preadolescencia, rememorando las fiestas de San Roque. Ahora, como dice la canción, Laura no está. Trabaja fuera de España, pero mantuvimos una conversación fluida, plena de emociones comunes, de amig@s comunes y recuerdos comunes. Todo ello a pesar de que a Laura nunca la vi más y en cambio charlamos como si nos hubiésemos visto ayer.
Recuerdo, como si hubiese ocurrido esta mañana, el concierto que Miguel Ríos dio en Caspe allá por las fiestas del 80, más o menos. Giraba con su LP de Extraños en el Escaparate, su trabajo previo al fabuloso doble LP grabado en Madrid en el Palacio de los Deportes, Rock & Ríos. Recuerdo perfectamente que el concierto caspolino lo abrió con El Sueño Espacial. Desde entonces lo he visto en cada uno de sus conciertos que ha celebrado y fue el hombre que puso banda sonora a mi vida.
Con todas estas consideraciones, memorias de un caspolino cualquiera, quiero hacer bueno aquello de que no hay que olvidar lo que fuimos para comprender quienes somos. Y en mi personalidad, mi forma de pensar y de ser, Caspe y aquellos amigos ahora tan cercanos, tuvieron mucho que ver.
Carlos Juan Borroy
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