A pesar del ir y venir de modas musicales, todos, hasta los más jóvenes, especialmente en las Fiestas del Pilar, hemos oído en alguna ocasión aquello de “Grandes para los reveses, luchando tercos y rudos, somos los aragoneses, gigantes y cabezudos” o “P’al Pilar sale lo mejor, los gigantes y la procesión”. Son dos de los fragmentos musicales en clave de jota más conocidos de la zarzuela Gigantes y cabezudos; una de las de mayor éxito de la historia del género y una de las más representadas. Obra musical de enorme calidad que forma parte de la banda sonora de nuestra tierra y que ha dado a conocer Aragón y su jota por todo el mundo. ¿No la conoces?
Gigantes y Cabezudos se estrenó el 29 de noviembre de 1898 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Fue escrita por el manchego Miguel Echegaray, hermano de José Echegaray, primer Premio Nobel español de Literatura en 1904, y compuesta por el gran músico murciano Manuel Caballero. Dos personajes muy populares hoy en Zaragoza porque sus apellidos forman el nombre compuesto del paseo que discurre por el Ebro a los pies de la Basílica del Pilar. En aquellos tiempos, ambos también eran muy populares en el panorama musical español, y formaban un exitoso tándem que ya había triunfado con dos zarzuelas anteriores: El Duo de la Africana en 1893 y la Viejecita en 1897.
La zarzuela está ambientada en las Fiestas del Pilar de Zaragoza del mismo año 1898 y cuenta una historia de amor. Pilar es una joven vendedora prometida con un soldado llamado Jesús que retorna vencido de la Guerra de Cuba. Entre ambos se interpondrá un sargento enamorado de Pilar, pero la determinación de ambos en su compromiso matrimonial se sobrepondrá a las malas artes usadas por el sargento para lograr el amor de la joven.
La trama consta de un solo acto divido en tres cuadros diferentes. El primer cuadro se desarrolla unos días antes de las fiestas en la plaza del mercado de Zaragoza, donde las mujeres de Zaragoza discuten y se amotinan demostrando una vez mas su valor. Es el momento de memorables interpretaciones musicales como “Anda ve y dile al Alcalde” o “Si las mujeres mandasen”.
El siguiente cuadro ya se desarrolla en plenas fiestas, el día 12 de octubre, a orillas del Ebro con la torre de la Seo y las cúpulas del Pilar de fondo. Es el momento en el que los veteranos de la Guerra de Cuba retornan a la ciudad. Se apean en la antigua Estación del Norte y contemplan Zaragoza. Es el momento en el que interpretan el emotivo Coro de los repatriados “Por fin te miro, Ebro famoso”.
Finalmente, el último cuadro nos traslada a la Plaza y la Basílica del Pilar donde se está celebrando la fiesta. A pesar de los intentos del Sargento por evitarlo, Pilar y Jesús finalmente se reencuentran en presencia de la Virgen mientras salen a la calle la tradicional comparsa de gigantes y cabezudos.
La obra tuvo una acogida extraordinaria y fue un éxito desde el primer momento. Las crónicas cuentan que “el entusiasmo del público superó a todo lo imaginable. La gente se rompía las manos de aplaudir. Se repitieron todos los números, se ovacionaron todas las decoraciones y todas las escenas”. Seguramente, ayudó a ello el gran esfuerzo de producción que se realizó para la puesta en escena: “(…) la empresa y la dirección artística del teatro resolvieron dar igual impresión de ambiente. El escenógrafo Muriel copió de modo exacto la plaza del Mercado de Zaragoza, la vista panorámica de la ciudad con el Ebro en primer término y las torres de la Seo y del Pilar al fondo; la plaza del Pilar, con la iglesia a todo foro (…) Se estudiaron sus típicas procesiones, fabricáronse grandes muñecos de cartón, idénticos a sus célebres gigantes y cabezudos.
Pocos meses después se estrenó en Zaragoza, el 3 de julio de 1899, en el antiguo Teatro Pignatelli. El éxito fue similar y la expectación del público hizo que se representase tres veces en el mismo día.
¿Qué tenía esta zarzuela que la hizo tan popular desde el primer momento? Como señala Javier Barreiro en su artículo Gigantes y cabezudos en la zarzuela de ambiente aragonés, publicado en Domingo Moreno (coord.) La danza de los diferentes. Gigantes, cabezudos y otras criaturas, “Son muchos los motivos de este fenómeno que hoy, cuando el protagonismo de Aragón en la escena nacional es tan pequeño, puede sorprender todavía más”.
Se podría decir que en aquellos años Aragón y lo aragonés estaba de moda y fueron muchas las obras líricas que tomaron Aragón como escenario o introdujeron la jota aragonesa en sus composiciones. Un buen ejemplo de ello es La Dolores de Tomás Bretón.
En estas obras el pueblo aragonés es considerado como un referente de los valores propios de la patria, y los aragoneses aparecen como ejemplo de valor, patriotismo, de lealtad y de todo tipo de virtudes que son exaltadas de forma explícita. En toda esta moda tuvo mucho que ver los ecos de lo acontecido en los Sitios de Zaragoza, las corrientes románticas y el auge de la jota aragonesa a finales siglo XIX. Una “buena prensa” de lo aragonés que también convive con los tópicos de la tosquedad y cabezonería de los aragoneses que, por ejemplo, se sugieren en el segundo cuadro de Gigantes y cabezudos en la famosa canción “Los de Calatorao”y que son utilizados en muchas otras obras.
En cualquier caso, la clave de su éxito, independientemente de lo acertado del tema, de la puesta en escena y de la magnífica música, probablemente tiene que ver con el hecho de que en la trama de Gigantes y Cabezudos se intuye una más o menos denuncia social en torno a temas de gran sensibilidad en la España de 1898. Evidentemente, el más importante de ellos es la presencia de repatriados de la Guerra de Cuba que vuelven derrotados. También el hecho de que Pilar ponga de manifiesto la gran cantidad de analfabetos que había en la época, o que las mujeres de Zaragoza, como no podía ser de otra manera, realicen un conato de motín de subsistencia al enterarse de una nueva subida de impuestos en productos básicos.
El éxito de Gigantes y cabezudos fue enorme. Justo al año de su estreno se habían dado 323 representaciones en Madrid, 1286 en provincias y 164 en México. Fue programada en el Teatro Real como homenaje a los Reyes de Portugal, seguramente, por petición expresa de Alfonso XIII, pues tenía un especial cariño a esta zarzuela y quería compartirla con su esposa.
Florián Rey llevó la zarzuela al cine en una película donde interviene el mismísimo tenor Miguel Fleta. Se estrenó en Madrid en 1925, con un pase especial y privado para los reyes de España, y en Zaragoza la proyección estuvo acompañada por fuegos artificiales. RTVE realizó una nueva adaptación cinematográfica en 1969.
Las grabaciones son innumerables desde el mismo estreno de la zarzuela, pero quizá destaca por su calidad la realizada por Ataúlfo Argenta en 1952.
Si queréis disfrutar de esta joya de género de la zarzuela que tanto ha supuesto para Aragón y los aragoneses, aquí os dejamos un enlace a la versión producida por José Luis Moreno en el Teatro Calderón de Madrid, con María Rodríguez y Rafael Lledó como protagonistas.
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