Muy cerca de nuestra torre estaba la de Centellas. Vivía el matrimonio, Miguel y Trinidad, y el hijo soltero, Santiago, que al invierno bajaba a lo nuestro y jugábamos con Carlitos, un muñeco que discurrimos con un pañuelo, al que le hacíamos brazos y cabeza, con nudos, y con un hilo en el techo y al trasluz de la luz del candil de aceite se convertía en una marioneta. Otra vez, cogíamos varias latas de sardinas, las uníamos con un cordel, las llenábamos de arena y nos imaginábamos que eran camiones. Ya ves tú, qué juguetes…
José Bielsa (el finojo)
Uno de los recuerdos más bonitos que tengo de allí es el de la noche que mis padres y los del finojo se disfrazaron de Reyes Magos. Cogieron las caballerías y vinieron desde la Palanca, con carbureros y candiles, para traernos los regalos. Nosotros estábamos emocionados.
Bernardi Centol
(Extracto del libro CAUVACA. El paraíso perdido, de próxima publicación)
Debe estar conectado para enviar un comentario.