«Es vergonzoso que el antiguo cauce del Guadalope sea aún hoy una cloaca»

¿Hay algo que hayas callado? ¿Alguna espinita clavada?

De lo que dicen los entrevistados, creo que no. Sí que hemos omitido cosas, muy poquitas, por repetitivas (la historia de la antena del corral del bezón la contaban todos) o  por evitar que alguien se moleste. Son chorradicas, como la famosa copla que sacaron a propósito de una turbina que nunca daba luz, de un horno que no cocía, de unas cabras que no daban leche, etc. pero no nos gustaría que alguien se incomodara. Este libro, entiendo que como todos, tiene como objetivo fundamental entretener.

No hemos escrito algún dato que he localizado leyendo las actas de las sesiones ordinarias del Ayuntamiento, como por ejemplo que el gobierno anarquista del Consejo de Aragón quiso expedientar a la profesora de Cauvaca, Doña Norberta, por no mostrarse muy entusiasta con la revolución y por ser católica. Uno de los miembros del consejo, tras visitar la escuela y comprobar el trabajo que se hacía, avaló la labor de la maestra y la eximió de represalias.

En cuanto a las espinitas clavadas, como siempre que hablamos de estos proyectos basados en la memoria oral, siento lástima de que no se nos hubiera ocurrido antes, hace 8, 10, 12 años. Hubiéramos tenido con nosotros a gente fundamental en Cauvaca, como José el pajero y Consuelo Sancho, Josefa la sillera o Victoria Sanz. Qué le vamos a hacer. Las cosas surgen cuando surgen. Creo que, a pesar de las ausencias, el resultado final es bonito.

Dos primas cauvaqueras: Josefa "la sillera" y Carmen "la piquera", con su sobrino Joaquín "el bufé".

Dos primas cauvaqueras: Josefa «la sillera» y Carmen «la piquera», con su sobrino Joaquín «el bufé»

¿No crees que el término paraíso resulte algo excesivo? El modo de vida era más bien precario y obligaba a muchos sacrificios.

Puede ser. Pero, una vez más es un término que han acuñado muchos de ellos. Había penurias, desde luego, pero en la huerta estuvieron más aislados de la hambruna e incluso de la miseria moral de aquel Caspe de la inmediata posguerra. Allí quien más o menos tenía una junta de tierra, suya o en arriendo, para hacerse sus hortalizas. Y no existía tanta represión. Es cierto que a los niños se les obligaba a cantar el cara el sol en el colegio (como en toda España) y rezar el rosario, y que posiblemente el hijo del rojo sufriera algún capón de más, pero la verdad es que todos los que fueron niños en Cauvaca admiten que crecieron felices y en libertad. O al menos todo lo libres que se podía sentir uno en aquel contexto.

Se aprecia que muchas familias estaban emparentadas. No te habrá sido muy difícil reconstruir el árbol genealógico de Cauvaca a lo largo del siglo XX.   

Nunca lo he pretendido, pero es cierto lo que dices. Digamos que el núcleo central de la huerta lo ocupaban las piqueras. Eran cinco hermanas y un varón, Mariano. Todas nacieron en la huerta, se criaron allí, se casaron y formaron un hogar, teniendo torre propia. Y luego estaban otras familias también muy conocidas, como los Sanz, los gavines, Bonastre, que tuvo once hijos, los fraileros, los galanes, los martas, etc. Como me dijo Joaquín Gimeno, uno de los entrevistados, Cauvaca y el Fondón estaban llenos de cucos, polillas, ratas y ratones.

Vamos, que se lo pasaban bien.

Muy bien. La mayoría eran bastante juerguistas. Cualquier momento era bueno para cantarse sus jotas, mientras esgallarofaban, por ejemplo, o para disfrazarse e ir de torre en torre haciendo comedias. Y luego estaban las bromas que se hacían entre ellos. Lo de la antena de televisión en el corral de bezón es legendario. A todos los que les he preguntado conocían la historia. En fin, que la escasez agudizaba el ingenio y detrás de una hacían otra.

Cuenta, cuenta.

Lo siento. Tendrás que esperar unos días más hasta el domingo

Vaya, no hay manera de sacarte nada. Poniéndonos ya más serios. ¿De qué te ha servido este libro? ¿Se han cumplido tus objetivos iniciales?

Empiezo por la segunda: rotundamente, sí. Es más, los objetivos iniciales se han sobrepasado con creces. Como he apuntado antes, de la idea inicial, que era hacer algo breve y sencillo, al resultado final, va un trecho muy grande. Va a ser el tedero más extenso de los hasta ahora publicados y, presumo, va a gustar tanto como lo hayan hecho los otros. Y en cuanto a lo que he aprendido, pues muchísimo. He hablado y conocido a caspolinos con los que, de otro modo, no hubiera coincidido nunca; he disfrutado de charlas preciosas, he aumentado en más de doscientas entradas el archivo gráfico en el que trabajo desde hace años y, sobre todo, he adquirido una mayor conciencia de lo que supuso el pantano para muchas familias de caspolinos…. Y de lo que podía haber supuesto para Caspe.

Edificación rural, inundada por el pantano  (Col. Hnas Vicente Poblador)

Edificación rural, inundada por el pantano (Col. Hnas Vicente Poblador)

Esa era la última pregunta. Mucho se ha especulado sobre lo que Caspe podría ser ahora de haberse tenido un Ayuntamiento más beligerante y menos sumiso. ¿Qué piensas?

Es difícil. Yo no estuve ni conozco las negociaciones que pudiera tener en su día el Ayuntamiento con ENHER, con el INI o con el propio Régimen; pero es obvio que desde el unánime rechazo inicial de toda la clase política caspolina, allá por el 1947, cuando comienza a plantearse el macro-embalse de Mequinenza, hasta la pleitesía y la gratitud mostrada por el alcalde Miguel Morales en el programa de fiestas de 1960, cuando llega a escribir que “jamás se consiguió tanto provecho en favor de Caspe”, debieron suceder cosas que no se han contado todavía abiertamente. No entro a valorar si era o no fácil que nos crearan, por ejemplo, un polígono industrial y unas cuantas empresas que permitieran, cuanto menos, no condenar al exilio a los caspolinos que perdieron su hogar. Lo que realmente me subleva es que después de 50 años sigamos a vueltas con la Colomina, o que el antiguo cauce del Guadalope siga teniendo aspecto de cloaca infecta. Me parece lamentable y vergonzoso cómo la clase política local ha mirado históricamente hacia otro lado con estos problemas. Y tampoco logro entender algo tan simple como que el alcalde de entonces se negara a que el Dique tuviera dos carriles, o que Caspe, con la cantidad de energía y de luz que, con este embalse y el de debajo, se genera para todo el levante peninsular, sea un pueblo tan mal iluminado. Tendríamos que tener la luz gratis para un siglo. Todos.

Igual te has pasao

Te digo yo que no. ¿Te parece normal que en Tarazona, por ejemplo, la Fundación Endesa restaurara íntegramente la antigua Plaza de Toros, que es un monumento catalogado, y que aquí, y que me corrijan si me equivoco, no haya aportada nada al Patrimonio caspolino? Aún te digo más, hace escasamente medio año tuvimos que pagarles, de nuestros impuestos, dos mil euros para que se dignaran a soterrar el cableado de la ermita de San Indalecio. ¿Te parece justo? ¿No crees que si en Mequinenza reconstruyeron totalmente el castillo, no habrían hecho lo propio con el del Compromiso, o con el pórtico de la Colegiata, por ponerte dos ejemplos, si se les hubiera exigido como contraprestación?

Visto así, tú y yo nos habríamos ahorrado muchos sudores.

¡Demasiados!

Ya es tarde para todo eso, ¿verdad?

Nunca es tarde si la demanda es justa y sobran los motivos. Eso sí, hay que aceptar que es una batalla ardua y no exenta de derrotas; pero Caspe debería plantearse, como reto a corto plazo, por ejemplo, recuperar un caudal mínimo en el antiguo cauce del Guadalope. Eso es inexcusable. Y lucharlo muchísimo. e lo debemos a todos aquellos que sacrificaron su paraíso en aras del bien común, ¿no crees?

Pues que así sea.

Sonia Orecilla

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