El bollo, el coscorrón y el cenizo de guardia

Concluía el año 1891 cuando empezaban los trabajos de construcción del ferrocarril en el término de Caspe. Y como toda empresa grande, destinada, de entrada a romper la atonía de lo cotidiano, había quien se mostraba alegre y esperanzado, viendo en el asunto una puerta hacia el progreso, y no faltaban los cenizos de turno que «rosigaban» sus miedos y recelos a todo bicho viviente. Caso singular fue el del ciudadano que, escondido bajo el pseudónimo Nemo, firmaba estas lineas en el periódico local «La Sinceridad»:

«No quiero negar del todo que no pueda reportar alguna ventaja el paso del ferrocarril por esta comarca; pero a mi modo de ver, será tan poco y de tan escasa importancia que muy bien pudiéramos perdonar el bollo por el coscorrón. (…) Que podremos ir en unas siete u ocho horas a Barcelona y en unas tres o cuatro a Zaragoza, volviendo al mismo día o al otro, después de habernos provisto de víveres para mucho tiempo, de un traje para la temporada, o comprar un sombrero para este amigo, un paraguas para el otro, y hasta habernos afeitado y cortado el pelo. ¡Vaya una cara que pondrán los comerciantes y artesanos de Caspe!»

El recelo parece fundado, siendo Nemo, como su nombre indica, un hombre de mar. Lo hubiera gozado con el Embalse.

Alicota 

Posted in Colaboraciones, Ferrocarril, Gustosa recomendación, Patrimonio

Los comentarios están cerrados.