Donde habita el olvido

Durante estos días, cientos de caspolinos se acercarán al camposanto para cumplir con la tradición de llevar flores a sus difuntos. De estos cientos, serán pocos los que conozcan el verdadero nombre del cementerio, y mucho menos su antigüedad.

Acceso al cementerio del Cazcarro

Acceso al cementerio del Cazcarro

En sus imprescindibles Anales de Caspe, Valimaña relata cómo en 1803 «dióse principio a la obra, también se acabó, pero nadie se enterró en él hasta el año 1822, porque las costumbres inveteradas son difíciles de arrancar, especialmente cuando tienen su asiento en la multitud». Hasta la fecha, el camposanto se hallaba «contiguo a la Parroquia de S. María la Mayor, tras de la sacristía baja, altar de la Reserva y escaleras de la Virgen por un lado, y por el otro a espaldas de la casa de Zamora, y de la Calle de Mos. Pedro». Es decir, en lo que hoy son los jardines del Sagrado Corazón.

El Gobierno, en repetidas veces, había ordenado que «se construyeran cimenterios fuera de las poblaciones», por una cuestión de salud pública. Pero en los ciudadanos pesaba más el hecho de que, enterrados junto a la Iglesia Mayor, o incluso dentro de ella, el camino hacia el Cielo era mucho más corto y fiable que cualquier otra opción. París bien valía una misa.

Llegó la guerra de la Independencia (1808), y «se llenaron de cadáveres así franceses como del pueblo el cimenterio viejo» y los vasos de la iglesia, a pesar de que «los malos olores atacaban la salud» y eran «insufribles muchas veces». Finalmente se impuso la razón, y en 1822 el Capítulo y el Ayuntamiento se convinieron en romper la costumbre, y comenzar lo que por tantos títulos y razones era a todos conveniente». Antonio Serrano tuvo el «honor» de ser el primer morador del cementerio nuevo, llamado del Cazcarro por hallarse en dicha partida. Sin embargo, clérigos, nobles y pudientes siguieron enterrándose en la iglesia, al tener vasos propios y sepultura pagada. Según Valimaña, habrá que esperar once años para asistir a la primera inhumación de un noble en el Cazcarro (el General de Brigada D. Josef Latorre, el 29 de marzo de 1833). Un dato que, en cualquier caso, hay que coger con pinzas, habida cuenta las anotaciones posteriores del clérigo, que señala el 14 de febrero de 1822 como el día en el cura sanjuanista Fr. Mariano Paul bendijo el nuevo cementerio, donde se entierran «todos los vecinos ricos y pobres, sin más escepción que las monjas en clausura, y el General D. (…) Pardiñas, que fue sepultado en la Parroquia de S. Agustín año 1.83(…)

Quienes nos servimos de la paz de los cementerios como válvula de escape ante las intermitencias de la vida, buscando -lápiz y papel en mano- completar viejos crucigramas del pasado, o pedir consejo a quienes un día creyeron en nosotros, debemos esperar a que el hombre-masa concluya el incómodo ritual de rigor, para volver a transitar por las estrecheces de las tumbas en busca de aquellas lápidas que, carentes de flores desde hace décadas, nos recuerdan que somos seres condenados al olvido. O no.

2009-06-07 20.10.29

Tumba más antigua encontrada. Año 1842.

Modesto

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