En el año 1949 Eléctricas Reunidas de Zaragoza, hoy Endesa, comenzó las obras de la primera fábrica de electricidad a partir del carbón en España, que sería durante años el complejo energético más grande del país. El lugar elegido fue la localidad turolense de Aliaga, inaugurándose en 1952. El conjunto arquitectónico estaba compuesto por un imponente edificio, al que le acompañaban talleres, almacenes, depósitos de agua, tolvas para el carbón y un embalse. Sus edificaciones fueron construidas a base de ladrillo y cemento, siendo funcionales pero sin renunciar a la elegancia en sus líneas.
El edificio principal de la central térmica, que responde al estilo historicista, está compuesto por tres naves de planta rectangular adosadas en paralelo. La nave de mayores dimensiones cuenta con 76 metros de longitud y 36 de altura. Está coronada por un frontal donde figuran las letras “CENTRAL TÉRMICA DE ALIAGA”, mientras que en su costado mayor se puede leer “ELÉCTRICAS REUNIDAS DE ZARAGOZA S.A.”. Sus muros aparecen rasgados por grandes vanos de iluminación verticales, separados por pilastras. En su interior albergaba la gran nave de calderas, donde se quemaba el carbón, proceso en el cual se producía energía eléctrica. Inicialmente contaba con una gran caldera Mercier, construida en Zaragoza, y otras dos más pequeñas Babcock Wilcox, produciendo en total 20 MW. En el año 1958 se añadió una caldera Walther de 25 MW, con lo que la producción de la central térmica alcanzó los 45 MW. Comenzó así su periodo de máxima producción, con 280 millones de kW/hora al año. Tras el desmantelamiento de la maquinaria sólo se conservan las chimeneas de las tres calderas con las que se puso en funcionamiento la central. A continuación aparece otra nave rectangular de menor altura, conocida como la de máquinas, donde se instalaron inicialmente dos grupos de generadores, al cual se le añadió un tercero con la puesta en marcha de la última caldera. Finalmente aparece una nave más pequeña, conocida como sala de condensadores, y que se comunicaba con las torres refrigeradoras, ya desaparecidas. Las dos naves menores se cierran con sendos frontones, de similitud a los templos griegos.
En un principio la central cubría sus necesidades de carbón con las minas subterráneas de la zona. Éstas pertenecían a Minas e Industrias de Aliaga S.A., empresa filial de Eléctricas Reunidas de Zaragoza. Se trataba de Hoya Marina, Campos y Las Eras. El transporte directo desde las minas se llevaba a cabo por un tendido aéreo mediante vagonetas de 13 kilómetros de longitud salvando así las dificultades orográficas, contando incluso con túneles. El carbón trasladado se recogía en unas tolvas grandes. Un cable sinfín lo introducía en el edificio alimentando las calderas. Con su combustión se calentaba el agua procedente del embalse de Aliaga a elevadas temperaturas, lo cual producía la energía necesaria para impulsar las turbinas. Ésta pasaba al parque de transformación obteniéndose la energía de alta tensión. El agua utilizada se enfriaba en las torres de refrigeración, volviendo al embalse y completando el circuito cerrado. Precisamente este embalse fue construido sobre el río Guadalope con ésta única función.
Debido a la voracidad de la central térmica, 900 Tm, las explotaciones mineras se agotaron y en el 1962 fue cerrada la última de ellas. Comenzó el traslado por carretera de otras zonas de la provincia turolense que encareció notablemente los costes de producción. En el año 1982 cesó la actividad definitivamente, ya que para la empresa eléctrica era más rentable quemar el carbón en las centrales de Escucha y Andorra, que ya estaban en funcionamiento.
Con la apertura de la central térmica Aliaga la población pasó de unos pocos centenares hasta los 2.000 habitantes, muchos de los cuales vivían directa o indirectamente de la producción energética y de las minas de carbón. Para alojar a los trabajadores y sus familias fue necesario construir dos barrios nuevos: Santa Bárbara, para aquellos que trabajaban en las minas, y La Aldehuela, para los que lo hacían en la central. Llegó así la etapa más floreciente de Aliaga en la que la población contaba con un cine, un economato, una fonda para los solteros y unas escuelas. Pero el desarrollo fue efímero y sólo duró tres décadas. Las calderas se apagaron y con el cierre la empresa ofreció 250.000 pesetas a sus 85 trabajadores para su traslado a Zaragoza, donde la compañía les dio otros puestos. Con la pérdida del motor económico de Aliaga, la población cayó en picado y en la actualidad el censo cuenta con unos 350 vecinos.
Tras el desmantelamiento y la venta de toda la maquinaria por parte de Endesa durante los tres años siguientes al cierre, llegó el abandono. El terreno y sus edificios fueron adquiridos por unos empresarios turolenses que lo compraron a muy bajo coste. Y poco a poco llegó el deterioro de las instalaciones. El imponente edificio se yergue en pie con sus muros exteriores, salpicados de grandes ventanales con los cristales rotos. Y en su interior restos de materiales desprendidos de su estructura. Todo cubierto por el color negro de toneladas de carbonilla que salieron por sus gigantescas chimeneas. En las oficinas situadas en la parte alta cientos de papeles desperdigados hablan de cifras y del registro de sus empleados. Y en los montes cercanos todavía se conservan los restos del entramado aéreo por donde llegaba el carbón a la central.
Este fue el lugar elegido para grabar el anuncio de Sónar 2012. Se trata del Festival Internacional de Música Avanzada y New Media Art de Barcelona, pionero en su formato. Constituye un referente internacional gracias a a la oferta cultural en la que se conjugan lo lúdico y lo artístico, así como las tendencias de músicas electrónicas así como sus interacciones con otros géneros. El cortometraje trata la historia de un robo en una central térmica en Siberia, mediante el asalto a dicha central por parte de tres enanos. El edificio abandonado rodeado de un paisaje singular durante el crudo invierno turolense evoca sin lugar a dudas la estepa siberiana.
Ver vídeo Sónar 2012 “La Distancia”
Pero también ha sido un polo de atracción de innumerables fotógrafos tanto profesionales como aficionados atraídos por sus ruinas.
Tras décadas de abandono parece que ha comenzado un movimiento que pretende recuperar su imponente estructura. En el año 2016 comenzaron a movilizarse el alcalde de Aliaga, Sergio Uche, y la Fundación Iberoamericanas de las Industrias Culturales y Creativas (FIBICC), especializada en el impulso de proyectos vinculados a la arquitectura industrial. El objetivo es convertirlo en un museo sobre el ciclo del carbón, que serviría además como centro de actividades culturales. También un espacio abierto a los artistas para fomentar su creatividad y para exponer sus obras. Se convertiría así en un punto de referencia de la arqueología industrial, que podría dinamizar la zona a través de un turismo industrial. Lo cual sería un aliciente al turismo cultural y de naturaleza con el que ya cuenta (ver artículo Aliaga, un paraíso de la geología). Pero el objetivo es implicar también al resto de administraciones desde la Comarca de Cuencas Mineras, pasando por el Gobierno de Aragón y llegando al Gobierno central y la Unión Europea. En el proyecto se plantea involucrar también a las empresas energéticas que operan en el pueblo en la actualidad. Por una parte la central de cogeneración de Cinca Verde que produce electricidad con la quema de gas natural, y el parque eólico de Comiolica. Además sería lógico que Endesa se sumase al proyecto, ya que Eléctricas Reunidas de Zaragoza fue quien construyó la central.
Para seguir adelante con el proyecto lo primero ha sido la adquisición de la central y de solar de su alrededor, cuya compra se hizo efectiva en la primavera del 2017. También sería importante la declaración de enclave como bien de interés cultural, lo cual facilitaría la concesión de subvenciones. Precisamente éstas serían fundamentales para acometer la fase más complicada, la adecuación de las instalaciones y sus alrededores. Ello podría dinamizar el empleo de la zona, en compensación al desarrollo de España gracias a la energía generada en la central durante tres décadas. Los trabajos serían complejos y costosos debido a los materiales contaminantes que deberían ser tratados por empresas especializadas. En primer lugar la descontaminación de los terrenos, así como la retirada del amianto de la cubierta de uralita. Y después debería llevarse a cabo la rehabilitación del edificio de grandes dimensiones.
Un ambicioso proyecto que comienza a andar y que esperemos que llegue a buen puerto para revitalizar un pueblo con muchos atractivos naturales y artísticos. De esta manera se recuperaría parte de su historia más reciente, y pondría en valor unas instalaciones que a pesar de su estado provocan hoy en día admiración a todos aquellos que se acercan hasta ellas.
el cado de chorche
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