Año 1 d.E. (después de España)

Justo el pasado 19 de Septiembre cumplía un año desde que tras una sofocante tarde de fin de verano en Barcelona cogía un avión y me plantaba en el Aeropuerto de London Gatwick , en una noche fría  y en la que me costó bastante coger el sueño.  No era mi primera vez en Inglaterra, ni tampoco la segunda, pero esta vez no estaba de paso, ni de vacaciones, ni siquiera de estudiante de intercambio, simplemente estaba sin billete de vuelta y con una maleta llena de ilusiones, de dudas, sueños y rabia. Ilusión por volver a empezar de nuevo, por volver a creer en mí mismo, por volver a sentirme útil. Dudas por un futuro incierto y porque no me ocurriera nada hasta que consiguiera un contrato y con ello, asistencia médica que mi país tristemente me negaba. Sueños, muchos por cumplir, conocer lugares y gentes interesantes, disfrutar de la vida aprendiendo y viajando, conseguir un trabajo y una vida decente y hacerse un hueco en el mundo. Rabia, que poco a poco se fue disipando (y mejor, que lastra el equipaje) de un país, de tu país, tan podrido desde las entrañas como turbio en su superficie, y que ha ninguneado a sus gentes y a sus jóvenes, su mayor tesoro, como ningún otro, condenándolos a sueldos miserables, a volver a casa de sus padres o a compartir piso, o lo que es uno de los colmos del eufemismo político, a la movilidad exterior. peti
No es de extrañar por tanto que miles de españoles, bien o mal preparados, con poco o mucho dinero, con nivel medio alto de inglés o de andar por casa, camareros o arquitectos, se hayan venido como yo para un país como el Reino Unido, que para nada es la panacea, donde la vida es cara, el tiempo es horrible y que también tiene sus problemas y diferencias, pero donde, por suerte, hay trabajo y con esfuerzo y paciencia, se puede llegar a vivir en condiciones.
No es fácil, ¿quién lo dijo? No es tu lugar, no es tu idioma, no es tu gente, no es tu familia, no es tu bar, no es tu pub, no es tu parque, no es tu playa, no es tu calle, no es tu casa, pero al final lo acaba siendo. Lo acaba siendo porque tu lugar ya no es tu lugar; tu idioma es el que enseñas y el que hablas cuando hablas solo; tu gente y tu familia te esperan, pero quizás sólo de vacaciones; tu bar ya no tiene tapas ni bocadillos, sino hamburguesas enormes y patatas congeladas, y las mesas de madera se pegan casi igual que las moquetas del suelo; los niños juegan en el parque con camisetas de equipos raros y las playas son de piedras; las calles parecen repetirse y las casas se clonan unas junto a las otras, y ahí, en una de ellas, es donde ahora vives, o desde donde escribo mientras por la ventana quiere entrar una araña que anuncia agua, para variar.
Españoles. Miradas perdidas por la calle, miradas alegres, miradas ilusas y a veces cómplices, caras familiares con carpetas de colores inundadas de Curriculums, cruces en el supermercado barato del barrio, en la discoteca donde no se paga entrada, en los enormes  y verdes parques donde jugar a fútbol gratis, en la ventosa playa de piedras, haciendo cola en la oficina de empleo, trabajando en el McDonald’s, esperando en las puertas de las academias de inglés, sonriendo en los restaurantes españoles, bebiendo en las happy hours de los bares los jueves, e inundando la ciudad de Brighton en avalancha, avalancha que no deja de crecer a medida que la gente va perdiendo la esperanza de encontrar un proyecto de vida en su tierra. Cada uno con su historia, sus proyectos, sus ilusiones y algo en común, la rabia contenida de tener que dejar un lugar que la mayor parte no querían dejar. Muchos son los que llegan, no se sabe los que volveremos.
Pero como pasa en esta vida, hay que seguir para adelante y buscarse la vida como uno bien pueda. No hay tiempo para lamentarse, ni para maldecir y  jurar sobre tus políticos, sobre la avaricia, sobre la incompetencia, sobre el egoísmo, sobre nosotros mismos, sobre la vergüenza ajena, lo ridículo o lo patético. Es hora de buscar trabajo, de aprender, de emprender, de superar los obstáculos, de compartir ilusiones y también recuerdos. Muchos fueron los que emigraron, y muchos serán los que emigrarán, en todas las épocas, mejores o peores, en todos los países, mejores o peores, y por diferentes circunstancias y en distintas situaciones, y esta vez nos ha tocado , es un decir, a nosotros.
Y al final, encontraremos el camino y otros no, y seguiremos viajando y descubriendo, y otros no, y volveremos a España de vez en cuando para recuperar algo de oxígeno, y otros ya no, y nos avergonzaremos de nuestros políticos o de nuestros jefes,  o nos olvidaremos de ellos para siempre. El mundo es grande, me dijeron un día, y la vida es corta, digo yo, así que al tema.
David Gonzalvo

 

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