Te voy a ir diciendo todos los que tenían tierras en el Ebro, desde la Rebalsa hasta la Tumba de Miralpeix:
– La rebalsa era de Piera. Lo llamaban el Soto de Piera. Los Claverías, años atrás, hacían panizo, remolacha, etc. A continuación había unos bancaletes estrechos y un barranco, que era la empeltá de Callao. Cuando eso se acababa, que pegaba el Ebro en el monte y no había labor, empezaba lo de los fideeros, Ramón, que lo regaban con noria. Un mas con vuelta, de viña y olivar. En medio había un trozo de la tiá cajetilla, de la subida del empedrao. Siempre lo vi yermo, porque pusieron una noria y el día que la estrenaron la mataron. Se les fue el seguro del gato y la rompieron. Después, pegado al Ebro, enfrente, en Ceitón, Gayata y la Pajarica, que después estuvo el tío Mariano el petardo.
– Empezaba el famoso Soto de Peralta. Primero lo de la tiá cascahuetera y después lo de los Peraltas, que eran 4 o 5. Luego otro Soto, el de Anay, el de enfrente de los jardines. Al otro lao del Ebro, en Ceitón, también tenía tierras.El Soto de Vinué, que después lo compró el tió Roda. Estuvo ahí una hija suya, pero sacaban poco. Después pasó a los Pedrola, hasta que los empujó el pantano. Cuando terminaba ese Soto, que estaba casi frente al Fondón, había un bancal en medio, que eran 7 juntas, que era de los raspas de la Plaza, con una torreta plana pegada a la alameda. Luego el Soto Piñol, lo del barbas, donde estaba la ermita. Después fue el santo cristo.
El tio Sebastián , siempre que venía a vernos, que venía todos los años, iba a hacer una visita allí, porque decía que en la iglesia había enterrados unos monjes. Una vez levantaron una losas y, que yo sepa, no encontraron nada. Se la trabajamos un tiempo aquella zona. Aquello era de la mujer de Cardona, de la Bardavíos. El tió Manuel Cardona era de Xerta. Aquí conoció a la Bardavía y se casó con ella. Al poco de empezar la guerra le trabajamos esas tierras, porque si no la colectividad se apropia de lo que no trabajaba nadie. Se lo pidió por favor a mi padre. “Trabájala como quieras”. Yo la trabajaré como se trabaja todo, Manuel. A medias. Cuando hizo la torre mi padre, en el 41, encerrábamos el ganao en la ermita. Al lado, en lo que se supone era vivienda de los monjes, se hizo vivienda Cardona: una cocina abajo y 2 habitaciones arriba. En la ermita del Santo Cristo había una mina (yo no he pasado, pero he visto la boca) que pasaba por debajo del Ebro hasta la cueva del Fondón. El ganso de Cauvaca y marta habían pasado por debajo. Al parecer, el túnel se hizo cuando los monjes.
En invierno cuando venía una crecida fuerte cogía el agua esa alameda del santo cristo. También a nosotros, con la suerte de que nos entraba por abajo, de retorna, poco a poco, y en vez de escarnar la tierra y lavala dejaba cargadal, un remanso, por eso la tierra era buena.
– El Soto Piñol se convirtió en dos. Una parte de mi abuelo Calés Alentorán y un hermano, la mitad de la alameda. Por un tocino lo cambió. Entonces era tierra rasa. Allí estaba la cueva Calés, cerrada con sus ventanas, puertas. Mi padre empezó a arrancar la alameda, puso una noria y plantó presquilleras. La otra parte la tenía el tió Pedro el tejedor, que cuando ya se hizo mayor lo vendió a mi abuelo. Y así pasó a ser el Soto Colera.
Frente a nosotros, en el Fondón, Benito Jordan. Era pequeñé y delgado, pero muy valiente. Pasaba a ayudarnos y le pagábamos el jornal. Su mujer era la tía Simona. Tuvieron un hijo (Santiago) y tres hijas: una casó con un fornolero (María) y las otras dos con ferroviarios. Pasábamos siempre por lo suyo. Benito venía mucho a cazar y pescaba también las enguilas. Era muy cantador. Y su hijo aprendió a tocar el laud con José “Carbaza”. De camino pasaban a lo nuestro y acababan cantando. Tras dejar cantar mucho a su padre, Santiago se ponía con esta copla:
“aunque cantes más canciones que hojas tiene un olivero; con una que cante yo te haré callar, bachiquero”Los martas. Pedro Gil y Josefina Centol, que los tenía muy bien puestos. Su marido estaba malo y ella se encargaba de casi todo. Yo la he visto cruzar el ebro sola, con el pontón, o labrar, con los burros. Hijos: Carmen, Tremedal (casada con un chato Cervera), Perico y Pepe (que fue tardano). Primero estuvieron en un masico de la tía Pura (madre de Joaquin Gimeno) y luego pasaron al Soto Vinué. Primero el tió Joaquin, el hermano de Pedro, que su hija casó con Tobaro, y con él criaron a un caparro, José Lasheras Ferrer, su padre corneta y su madre Luisa la caparra. En la vuelta aquella no teníamos bastante terreno para los dos ganaos, así que se subió al corral del cherumbel ( hoyfinca Santa Bárbara), al mas del lupe, en la punta del Ebro.
– Tras lo nuestro, la cueva de los barqueros. Antiguamente cuando subían el carbón con barcos, como también en Mequinenza, paraban los barqueros a hacer noche. Luego la remuella el cura. Allí se ahogó un cura que había ganao no sé cuántos premios. Pasabas eso y había dos barrancos, uno a cada lado, y dos bancales estrechos en la orilla del Ebro, pero secos, sin regar, con un masé de tierra, que era de los Lasheras del empedrao (Martin y Manolo). A mitad de barranco había una piedra grande y debajo respondía el manantial. Allí había un pozo que no lo he visto nunca seco. Pero esa agua no se podía dar de beber al ganao, porque se les mermaba la sangre. Un día le dimos de beber a uno y al rato se nos cae redondo, muerto. Lo abrimos, lo despellejamos… ni una gota sangre. También en Valdforcas, pasado la tumba, había un piazo de Prado con la misma agua. Tenía banzo.
– Seguimos: el soto de los Miravetes. La Solana. Los Tumberos. Los villarluengos, con poco soto. Francisco el fideero. De ahí sacaban la gravera cuando el Dique. Los almadeques. La Tumba y detrás Valdeforcas. La finca de Alcalán, frente al Palacio de Chacón. El Soto del tió pijas, que era de uno de Chiprana. Almadeques otra vez, pegando al cabezo hasta la Barca de Chiprana, donde está el puente. Ebro abajo, el Palacio de Chacón; la torre donde estaba Tena, con una hermana; la del gato, casado con la manca; una de los pochos y otra de juaneto; otra de Anay; el mas del puente, de Lupe, a donde subió finalmente Pedro “marta” cuando marchó del Fondón. Al final, la aguada.
Pasamos al otro lado
– En el dique, las piedras de guerrilla. Se acaban las piedras de guerrilla, el primer campo es el de Alejandro Miguel, donde se criaron los Samperes. El tío Samper era de la Herradura. Tenía pontón. Una vez pasó a lo nuestro, para cazar un conejo pa cenar. La Guardia Civil, que estaban buscando maquis:
«¡Alto a la Guardia Civil ¡Quieto o le pego un tiro!» Y va y les suelta: «Mal empleao tiro sería pa mí…»
– Se acaba Miguel y empezaban los finojos. Y después ya estaba San Bartolomé. Allí, en medio de la huerta, que ya se ensanchaba, el tió Joaquin el bufé. Pasabas la era, subías arriba, la ermita, la torre de mi tío Colera, el Valero (su madre era hermana de mi bisabuela), otra era y la torre de su hermano José, el matachín. Ya los mataba su padre, mi tío Crespín. Sin gancho. Les metía los dedos por la nariz, se los llevaba y los degollaba. Tenían pontón, porque pasaban a cazar.
– Para abajo, también en medio, la torre de los Bonastres. Te arrimabas un poco, el cojo polilla, Antonio. Por lo nuestro no podía pasar, tenía que llamarnos para que sujetáramos a la perra, porque con la cojera igual se pensaba el animal que le estaba atacando. La perra le pegaba pechazo, y al suelo, se le subía escarramá. Ni mi padre pudo pegarle. Una vez, siendo aún cría, quiso hacerle miedo, y el que pasó miedo fue él. Deprisa tuvo que llamarla por su nombre
– Bajabas cara el Ebro, la torre de la pañalas, donde se criaron los Zapater. Tenían un pino exagerao de grande. Más alante, hacia un recostado, a continuación del cojo, Dolores Gavin, casada con un caracolero. Y Manuel Naguila, casado con Felisa Gavin, y sus hijos. Más adelante, los Gavines (Valero y Manuel) y poco dspués siguiendo la senda de la pañalas, otra torre, plana pero larga, de Domingo Fontoba, casado con una sarteneta. Cerca también los cucos, Manolo y Santiago, que no vivían allí pero trabajaban algo menos de una junta de tierra, con una noguera exagerá. Cien metros más adelante, la torre vieja de los Miravete, donde vivieron los Gavines hasta que se hicieron la nueva. Pasaban a lo nuestro a buscar presquillas y melones, luego lo vendían en Peñalba. Un tiempo tuvieron pontoné, porque tenían colmenas al otro lado del Ebro (igual que Zapater). Un poco para abajo, los Cristos, en la torre del fideero, Manuel Repollés, el de la porteta y a continuación el tió Martin polilla, que era cojo porque se rompió la pierna dos veces. Su mujer, Josefina Gil, marta y “bailata”. La torre tenía forma de toro sentao. Martín hacía hortaliza, tenía un burro que andaba como él y con el que subía a vender a Bujaraloz. Nosotros nadábamos mucho con sus hijas. No había quien las ganara. A Martín le tocó la lotería en los años 20. Trabajaba en una fábrica de aceite. Con el dinero de la lotería se compró el campo de Cau Vaca. Por entonces llevabab más de 20 días comiendo sin aceite (porque no tenían dinero)
– A 50 metros, un más, del peladillo. Otro más plano, pero grande, con enramá y todo, de la tía Teresa la tropa, que se la trabajaba Santiago Momblá. Un mas plano, la tía Pura, “marta”, hermana del tío Joaquin y el tío Pedro, madre de José el mielero y de Joaquí el botano, casado con Carmen Sanz “la polilla”. Luego un hombre al que le decían Romero, que casi no podía andar. Ya vinieron de viejos.
– Justo en el camino, un mas de Redolat, de capricho, el relojero. Cincuenta metros después, los anticuarios. No los vi nunca. Otro camino, lo de Martin el pocho. Me acuerdo de cuando se hizo la torre. Alfonso Pérez, que pasaba los veranos allí. Justo acabar, un mas bueno, de los Miravetes, que es lo último que regaba la cequia. Y final, la cueva del Fondón.
En la cueva Calés nos refugiábamos tres familias durante la guerra: subía el tió Joaquin “marta”, con su mujer (no tenían hijos) y su padre, el tío Andres “marta” (que casi no veía, puede que tuviera ya entonces 90 años), que aguantaba un colchón en la puerta de la cueva para que no entraran los proyectiles. Nos hicieron marchar cuando ya marchaban ello, para cascarse el recao. (No les cal llevarse ná, pero marchen, que va a haber un ataque muy fuerte). Una lata de aceite que nos jodieron, 150 litros, abriendo el grifo. Tocinos, conejos, todo “voló”; solo dejaron una clueca echá que teníamos en una caseta. Nosotros nos quedemos en la Gabardera, en lo del Calzonero.
Yo he visto a los maquis. Venían a pedir comida. Solo que no dijéramos nada. Miedo no pasábamos. Y la Guardia Civil, que salía para 8 días del cuartel, una noche dormía en lo nuestro. Al tió Farria lo cogieron preso y al final lo mataron, por ocultar que los maquis estaban allí a menudo. Allí se han juntado los maquis escondidos en la bodega y los guardias comiendo en la cocina. En el Vado las lleguas (más allá de la cuesta falcón), en la Herradura, mataron a tres: sabían que iban a pasar, los esperaron y a la que estaban en medio del Ebro los abatieron. Era un Vado largo, con mucha visibilidad y que apenas cubría un palmo. Yo lo he cruzado, con mi sobrina Belinda al hombro.
También había contrabando y estraperlo. Más de una vez el pontón de Samper pasó una saca de harina. Estaban muy controlados y vigilados los accesos a los caminos, puentes etc. A nosotros la Guardia Civil jamás nos registraba el carro, porque había una gran relación. Hasta dos veces a la semana hacían noche en nuestra torre, cenaban, dormían y desayunaban. Tenían un brigada muy malo, que de vez en cuando venía montado a caballo. Recuerdo una vez que el tió fuino bajaba con el carro lleno de fiemo. Con la bayoneta le picharon y descubrieron un saco de harina.
El embalse nos hizo marchar. Todo se quedó bajo el agua. Pudimos trabajar la tierra, aunque ya no era nuestra, hasta que la cogió el agua. A Cubeles, el suegro de mi hermana, le cogió las olivas abajo. Y el caballo lo tuvo que sacar por arriba, que el agua le llevaba ya al pecho. Entró al pesebre, lo desató y los sacó por la puerta arriba. Pero las reses allí se quedaron…
Rafael Colera Calés




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