El castillo de Torres de Castellar construido en la confluencia del Jalón y el Ebro, lugar estratégico para la toma de Zaragoza desde lo alto de estos acantilados yesosos que delimitan el río. En el año 1080 se levantó la fortaleza y el monarca encargó al obispo de Pamplona la construcción de una iglesia dedicada a San Pedro; según las crónicas, la obra del castillo duró tres meses. Bajo su cobijo creció una rica población, a la que concedió carta puebla en 1091. Hasta 1093 su tenente fue Sancho Sánchez y en 1098 lo era Lope López.
En 1105 la zona fue repoblada por el rey aragonés y aquí acamparon sus ejércitos en 1109 cuando acudía en ayuda del gobernador musulmán de Zaragoza, Abd al Malik.
En torno a 1111 fue prisión de doña Urraca de Castilla, esposa de Alfonso I El Batallador, a causa de un conato de rebelión de García Sánchez, primo del monarca, financiada con el dinero que Urraca consiguió tras la puesta en libertad de Abd al Malik. Pocos días después, con la complicidad de sus favoritos, Gómez González y Pedro González de Lara, escapó de la fortaleza retornando a su reino, mientras que el rey enfermaba gravemente. Este matrimonio había provocado una aguda crisis política que desembocó en una auténtica guerra civil entre los partidarios de la reina y los del monarca aragonés.
A partir de 1116 comienza a nombrarse al tenente Lope Garcés Peregrino en El Castelar, lo que denota la importancia que le daba Alfonso I ante la conquista de Zaragoza. Por aquellos tiempos el lugar era conocido como «campo de Ibn Renén».
En 1258, Jaime I lo concedió a García Pérez de Figueroles. Pedro IV, para arbitrar fondos de guerra, vende a don Lope Fernández de Luna por 25 libras jaquesas El Castellar y las villas de Luna y Fuentes. A través de doña María de luna, casada con Martín I, volvió otra vez El Castellar a la Corona. En 1421, Alfonso V vendió el lugar y su castillo a Martín Díez de Aux, señor de Alfocea, por 13.000 florines, siéndole arrebatado tras su caída en desgracia con el rey. Fue comprado nuevamente por Juan Ximénez de Cerdán en 1440. Los disturbios sociales del siglo XV de una parte del pueblo zaragozano contra los Cerdán significaron la destrucción del castillo, atacado por Ximeno Gordo, y el definitivo abandono de la población.
El señorío jurisdiccional de El Castellar, que fue de los Luna, Cerdán y Villahermosa, dependió en lo religioso de los monjes de Santa Cristina, y luego de los canónigos de La Seo.
Descripción:
Las ruinas del castillo se sitúan sobre los cerros que delimitan la margen izquierda del Ebro. Se componen de los restos del castillo en la parte más elevada, junto a la iglesia y el cementerio, ruinas de las antiguas viviendas en la ladera del monte, y parte del recinto amurallado que protegía todo el conjunto desde la base del cerro hasta la rasante superior.
Del castillo queda en pie un quebrado paredón del tapial y piedra, correspondiente a la fachada que mira hacia la ladera. Es de gran robustez y se conserva en casi toda su altura en algunos tramos. La monumental puerta de ingreso se abre en un paramento adelantado, en arco de medio punto; la arcada es de ladrillo mientras que en los lados este elemento se mezcla con sillares blanquecinos, sacados de las piedras calcáreas tan abundantes en los alrededores. En la cara posterior de este paramento quedan adheridos algunos paredones de los muros interiores; da idea de su robustez el que aún estén de pie. Ante la puerta corría una muralla de la que todavía quedan importantes restos.
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