Es posible que, dentro de unos años, quienes vean el Castillo del Compromiso cometan el fácil error de creer que, con sus épocas buenas y sus regulares, siempre ha estado «operativo». Nada más lejos. Como todos los caspolinos sabemos (o deberíamos saber), hasta hace muy poco tiempo el Castillo era poco menos que una masa informe de piedras, suciedad y abandono, enormemente castigado, a partes iguales, por las guerras -con sus saqueos, incendios y otros excesos- y por la desidia -con sus expolios consentidos, su incuria y otros abusos-.
Las hojas del calendario, siempre caprichosas, nos permiten hoy evocar uno de esos abusos -prevaricación lo llamaríamos hoy- cometidos por la autoridad pertinente.
El 7 de agosto de 1873, esto es, hace exactamente 140 años, se denuncia que el alcalde pokies online game de las cárceles, instaladas en el Castillo, tiene en el llamado Salón de San Vicente instalado un conejar y un palomar. Se le instruye expediente y se le priva del cargo; pero antes de este resultado ya piden el cargo, antes de estar vacante.
Cuesta creer que alguien se escandalizara por lo sucedido, máxime si tenemos en cuenta que por entonces, en plena Tercera Guerra Carlista (1870-75), la otrora inexpugnable fortaleza era una ruina. Siete años antes, el 2 de diciembre de 1866 -anota también Cacho y Tiestos en sus Anales-, se había procedido al derribo concienzudo de uno de sus torreones, debido a que su estado lamentable podía provocar alguna tragedia.
Lo peor, en cualquier caso, estaba por llegar. Y no habría que esperar mucho para verlo.

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