El arte de Goya en Zaragoza y Aragón

Nuestro genial pintor parece estar muy reivindicado últimamente. En la pasada edición de FITUR 2015, la figura de Goya fue la protagonista del Día de Aragón y su huella en nuestra Comunidad Autónoma fue el reclamo turístico más importante. Además, en muy pocos días, el Museo de Ibercaja en Zaragoza reabrirá sus puertas, tras varios meses cerrado, presentando la exposición “Goya y Zaragoza, 1746-1775. Sus raíces aragonesas” que tendrá como objetivo reforzar la figura de Goya en su colección. ¿Cuáles son esas raíces? ¿Qué huellas hay de su obra en Aragón? Vamos a intentar dar respuesta a esta y otras cuestiones.

Autorretrato

 Si alguien quiere entender la obra de Francisco de Goya y su particular desarrollo, necesariamente tendrá que venir a conocer Aragón, su tierra, y especialmente, Zaragoza, donde se pueden contemplar la mayor parte de sus escasas obras de juventud. En ellas podemos descubrir a un artista en construcción, que aprende a pintar como sus primeros maestros y que se adapta a las exigencias de sus clientes, pero que, poco a poco, va experimentando y mostrando la genialidad que posteriormente definirá su pintura.

La primera parada obligada debe ser Fuendetodos; su lugar de nacimiento. A este pueblo cercano a Zaragoza se trasladó la familia de Goya allá por 1746 acompañando a su padre, que era dorador y había aceptado el encargo de trabajar en el retablo de la iglesia parroquial. (Hoy todavía podemos ser testigos de su delicada labor en el remate de la reja del coro de la iglesia de San Pablo de Zaragoza). Se instalaron en la casa de sus abuelos maternos, los Lucientes, y al poco tiempo de nació Francho, su cuarto hijo. En Fuendetodos todavía se conserva esa misma casa y puede visitarse. Se trata de un espacio evocador, reconstruido con mimo y rigurosidad, que nos traslada al ambiente de su época.

Muy cerca de su casa también se encuentra el Museo del Grabado que cuenta con una interesante colección de su obra gráfica.

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De vuelta a Zaragoza junto a su familia, a una casa de la antigua calle de la Morería cerrada, el pequeño Goya dio muestras de sus dotes como dibujante mientras cursaba sus primeros estudios en el colegio de los escolapios, por lo que su padre, a la edad de 13 años, decidió matricularle en la academia de su amigo José Luzán, el pintor zaragozano que fue su primer maestro. Con él aprendió a dibujar, seguramente copiando en más de una ocasión las escayolas de la academia que reproducían algunas famosas esculturas y que hoy se exponen en el Museo de Zaragoza. Y con él aprendió también a mezclar los colores para dar lugar a esos dorados y azules que, por influencia de la corriente rococó, protagonizan su primera etapa.

Un buen ejemplo de ello lo encontramos en este mismo museo donde se conserva una pintura atribuida a Goya con 17 años de edad que representa de manera todavía muy “amateur” a San Luis Gonzaga.

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Después de pasar varios años a caballo entre Zaragoza y Madrid, donde comenzó a trabajar como aprendiz de Francisco Bayeu, otro alumno de Luzán que ya había triunfado en la Corte y que le enseñó la técnica del fresco, decidió, por su cuenta y riesgo, viajar a Italia y aprender “in situ” de los grandes maestros. Allí participó en el concurso de pintura organizado por la Academia de Parma y presentó un cuadro que representaba a Aníbal cruzando los Alpes. Uno de sus bocetos podemos contemplarlo en el Museo de Zaragoza.

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Tras unos meses de viaje, nuevamente en Zaragoza, Goya consigue su primer gran encargo. Ni más ni menos que pintar en el Pilar. Concretamente el coreto de la Santa Capilla Pilar. Seguramente todo un sueño para él porque suponía tomar el relevo del gran maestro madrileño Antonio González Velazquez, quien unos años antes había venido a la ciudad a pintar la cúpula de la Santa Capilla. Goya se vio ante el reto de representar la Adoración del nombre de Dios y, como todavía puede apreciarse en el Pilar, así como en el Museo Ibercaja Camón Aznar, donde se expone el boceto original, ejecutó la pintura de una manera bastante aceptable.

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Después de pintar en el Pilar logró un gran reconocimiento como artista y comenzaron a lloverle importantes encargos de tipo religioso por toda la provincia de Zaragoza. El primero de todos ellos fue la serie de once pinturas relativas a la vida de la Virgen María y Jesucristo que decoraron la iglesia de la Cartuja de Aula Dei y de las que todavía se conservan siete.

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San-Joaquin

Sus años de pintor en Zaragoza seguramente fueron algunos de los mejores en el aspecto personal de Goya: Era joven y tenía talento, también éxito y reconocimiento, y además estaba recién casado. Fue a partir de entonces cuando, de nuevo en  Madrid, siguió su formación de la mano de Francisco Bayeu, ahora su cuñado, hasta que definitivamente triunfó haciéndose un hueco propio. Tanto en la Corte como primer pintor del rey como en la Real Academia de Pintura de San Fernando.

El éxito, sin embargo, no hizo que Goya olvidase su tierra y sus orígenes. Ni por supuesto a sus amigos de juventud, entre los que estacó Martín Zapater, su antiguo compañero en los escolapios. Por eso, siempre que fue requerido para venir a pintar a Aragón, vino sin dudarlo. Así ocurrió en el caso de la cúpula Regyna Martyrum del Pilar, la Iglesia de San Fernando de Torrero, o la Casa del Canal, para la cual realizó dos extraordinarios retratos del rey Fernándo VII y del Duque de San Carlos que podemos admirar en el Museo de Zaragoza.

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Y por supuesto, también nos dejó otros importantes retratos de amigos como Ramón Pignatelli y Juan Martín Goicoechea (Museo de Zaragoza), don Antonio Veián y Monteagudo (Museo de Huesca), Félix de Azara (Museo Ibercaja Camón Aznar),  y personajes de la época como el arzobispo de Zaragoza don Joaquín Company (Museo Diocesano de Zaragoza).

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