Cesar Augusto y Aragón

A lo largo de todo este año 2014, el Gobierno de Aragón en colaboración con los ayuntamientos de Zaragoza, Huesca, Calatayud, Tarazona y Velilla de Ebro, ha puesto en marcha todo tipo de iniciativas culturales en el marco del denominado “Año de Augusto” que conmemora el bimilenario de la muerte de este emperador. Hoy en “La identidad de Aragón” vamos intentar descubrir quién fue este Augusto y por qué fue tan importante para Aragón.

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El verdadero nombre del Cesar Augusto fue Cayo Octavio Turino y nació en el año 63 ac en el seno de una familia noble de Roma, su abuela materna era hermana del mismísimo Julio Cesar. Después de una infancia marcada por la muerte de su padre cuando era niño, Octavio destacó en la vida pública y militar, lo que le valió ser adoptado por su tío abuelo César como hijo y sucesor de todo su legado, aunque sus enemigos siempre afirmaron que dicha elección se debió a motivos más oscuros.

Demostrando una enorme astucia y ambición, tras el asesinato de César, Octavio, que apenas contaba con 20 años, consiguió hacer valer sus derechos y entró a formar parte del conocido Segundo Triunvirato junto a Marco Antonio y Lépido, que gobernó Roma durante más de diez años.

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La batalla naval de Accio de Lorenzo Castro.

Finalmente, logró deshacerse de Lépido y derrotó a Marco Antonio y Cleopatra en la famosa batalla naval de Accio el año 31 ac, lo que le facilitó hacerse con el poder absoluto de Roma y convertirse en Príncipe, eso sí, siempre respetando las apariencias de la República, pues todo su poder lo hizo emanar de la acumulación de títulos y dignidades otorgadas por el senado romano. Como ya hemos dicho, fue un personaje de lo más astuto.

Entre esas dignidades destacó la de “Augustus”, que recibió el año 27 ac y que lo convirtió en personaje divino, pues a partir de ese momentos pasó a denominarse Emperador Cesar Augusto. Y fue entonces cuando puso en marcha una estudiada campaña propagandística de su persona y de su “reinado” que podemos ver reflejada en la imagen de Augusto que hoy se ubica junto a las murallas romanas de Zaragoza.

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En el Augusto de Prima Porta vemos una imagen idealizada y serena del emperador a sus 36 años que poco debe tener que ver con su verdadero aspecto pues biógrafos como Suetonio nos lo presentan como un hombre enfermizo con “dientes pequeños e irregulares, cabellos ligeramente ondulados y tirando a rubios. Su entrecejo cerrado, sus orejas pequeñas, su nariz algo prominente en la parte superior y un poco curva en la punta”. Y sobre todo, una cuidada propaganda simbólica centrada en su coraza en la que se muestra como pacificador de las provincias romanas y garante de la dignidad de Roma tras recuperar las insignias en manos de los Partos tras la humillante derrota de Craso en la batalla de Carrae (Turquía). Un hermoso relieve que tenemos la oportunidad única de observar como nunca en la exposición AVGUSTVS ANNVS AVGVSTI MMXIV del Museo de Zaragoza donde se muestran réplicas de su coraza y su cabeza con sus colores originales.

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También fue acusado de cobardía en numerosas ocasiones por sus rivales políticos pero a pesar de su delicada salud Augusto tomó parte activa en numerosas campañas bélicas y entre los años 29 y 24 ac viajó a Hispania para ponerse al frente de las guerras cántabras. Es precisamente en estos años cuando tenemos constancia de su paso por Aragón y más concretamente por Turiaso (Tarazona) donde fue objeto de una curación milagrosa.

Afectado por una dolencia hepática, Augusto tuvo que abandonar la campaña y por recomendación de su médico Antonio Musa inicio un tratamiento de aplicación de frio en el hígado. A su paso por la zona aprovechó para tomar las aguas de un antiguo balneario sagrado bajo la advocación de una ninfa local llamada Silbis cuyo caudal se captaba en el nacedero conocido como el “Ojo de San Juan”. Debió ser un gran complejo termal pero en la actualidad tan solo se ha podido encontrar un ninfeo (piscina) asociado a exvotos y algunos otros elementos que también podemos visitas en la exposición AVGUSTVS.

CALSUBTER Ojos de San Juan (Tarazona)

Augusto sanó de forma espontánea y milagrosa, para bien del Imperio y, especialmente, para honra de su médico que alcanzó una enorme fama. Probablemente, como hacían otros fieles, el emperador dejó allí un exvoto testigo de su curación que en el siglo III debió ser sustituido por otro que se conserva en el Museo de Zaragoza. En cualquier caso, los turiasonenses dejaron constancia del acontecimiento con la emisión de una serie de monedas con Augusto bajo la protección de la ninfa Silbis.

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Tras esta milagrosa curación Augusto cerró las simbólicas puertas del templo de Jano y dio comienzo el periodo conocido como la “Pax augusta” que trajo la estabilidad y la prosperidad al interior del Imperio romano durante más de dos siglos.

Como ocurrió en el resto de provincias, en el caso de las tierras de Aragón, la pax de Augusto trajo consigo importantes cambios a nivel político, económico y social. Bajo el mandato de Augusto, el valle del Ebro se consolidó como vía de acceso al interior de la Península Ibérica y en torno a él fue establecida una red de ciudades y calzadas que formaron un territorio perfectamente integrado y comunicado.

Fruto de esta política Osca (Huesca), Bilbilis (Calatayud) y Turiaso (Tarazona) pasaron a ser municipios romanos y sus habitantes se convirtieron en ciudadanos de pleno derecho. Y otros núcleos urbanos como Bursao (Borja), Segia (Ejea) o Iacca (Jaca) etc… se asociaron mediante el derecho latino, un estatus intermedio. Pero el principal cambio fue la sustitución de la antigua Colonia Lépida (Velilla de Ebro) por la creación de una nueva colonia a orillas del Ebro, a la altura de la desembocadura de los ríos Gállego y Huerva; la colonia Caesar Augusta.

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Caesaraugusta (Zaragoza) tiene el honor de ser la única en todo el imperio que recibió el nombre completo de su fundador y, probablemente, ello se debió a la existencia en la zona de otras ciudades que habían adoptado el nombre de otros importantes generales romanos como Graco (Gracurris-Alfaro), Pompeyo (Pompaelo-Pamplona) y Lépido (Colonia Iulia Victrix Lepida), que pasó a denominarse Colonia Celsa.

Lo que sí podemos afirmar es que desde el primer momento la nueva colonia y el emperador mantuvieron una íntima relación. Augusto otorgó su construcción a sus veteranos de las guerras cántabras (legiones IV Macedónica, VI Victrix y X Gémina), la diseñó a imagen de Roma, como así lo atestiguan las monedas que nos reflejan su rito fundacional, y la dotó de grandes infraestructuras como el foro y el puerto romano a orillas del Ebro. La colonia, en agradecimiento, mostró una gran devoción al emperador y su familia que se ve reflejada en las diferentes emisiones de moneda.

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Caesaraugusta pasó a ser el eje vertebrador de toda la zona y como atestiguan los miliarios encontrados fue origen y destino de la calzada que se internaba en la meseta a través de Vareia (Logroño), de la que comunicaba con el norte (Pompaelo y Iacca) y de la que venía desde el Mediterráneo a través de Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca). Y, por supuesto, se convirtió en el centro administrativo del recién creado convento jurídico caesaraugustano, que se extendía desde Pamplona a Alcalá de Henares y desde Calahorra a Lérida.

En definitiva, la influencia de Augusto en la historia de Aragón viene reflejada por la incorporación definitiva de nuestra tierra al mundo romano. Un mundo y una sociedad que podremos descubrir este año en las exposiciones que con motivo del “Año de Augusto”:

 “AVGUSTVS ANNVS AVGVSTI MMXIV” en el Museo de Zaragoza.

“URBS VICTRIX OSCA. La huella de Augusto en Aragón” en el Museo de Huesca.

“La vida cotidiana en época de Augusto” en Velilla de Ebro.

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