Los «gatos», La Piedad y el Cristo de los excautivos (y II)

Decíamos ayer que el primer paso, que no cofradía, que procesionó desde Franciscanos en la inmediata posguerra fue el llamado Cristo de los ex-cautivos, en marzo de 1941. Demostrábamos también la imposibilidad de que dicho crucifijo desfilara ya en 1939, debido a que Domingo de Ramos fue el 2 de abril, justo el día siguiente de la finalización oficial de la guerra. Por entonces todavía muchos caspolinos «cautivos de los rojos» estaban en paradero desconocido, en campos de concentración como el de Tembleque-Villaconejos (Todelo).

¿Quiénes eran pues los excautivos que portaron desde 1941 el mencionado Cristo? ¿Qué relación guarda con la fundación de la cofradía de La Piedad?

Vayamos por partes. Cuando estalla la guerra civil, Caspe es una población próxima a los 13 mil habitantes. Como es sabido, el Golpe de Estado de Franco triunfa en un primer momento en la localidad, pero finalmente es derribado por el empuje de las columnas anarquistas lideradas, entre otros, por Ortiz y Durruti. El día de Santiago (25 de julio) de 1936 empieza una brutal represión a significados hombres de derechas, algunos de ellos culpables de sumarse al Alzamiento Militar y hacer armas contra el gobierno legítimo de la República. Muchos serán ejecutados, sin ningún juicio previo, abrazados al Sagrado Corazón, en la calle Hospital Viejo (luego cantón de los Mártires) o sacadaos desde la cárcel instalada en el Ayuntamiento para su posterior fusilamiento en las tapias del cementerio. En muchos casos el único delito cometido era ser de Acción Católica y asistir a misa.

Otros, decenas, corrieron «mejor suerte». Fueron presos, sufrieron cárcel bien en alguna de las improvisadas checas montadas en Caspe (la iglesia de Franciscanos fue una de ellas) o desplazados a campos de concentración en los que realizaban trabajos forzosos (El Grado, Valmuel, etc.) Hubo quienes salvaron la vida de modo milagroso, cuando ya incluso habían cavado, literalmente, su propia fosa. Con seguridad, todos ellos vivieron privados de libertad el suficiente tiempo como para temer que no volverían nunca a Caspe a ver a sus padres, esposas o hijos.

Pero volvieron. Muchos de ellos volvieron. Y cumplieron la promesa que habían hecho. Unos fueron a Zaragoza caminando a dar gracias a la Virgen del Pilar (septiembre del 39), y otros optaron por adquirir un paso procesional, con el que desfilar por las calles de Caspe. Confeccionaron para tal fin una túnica negra, lisa, y cubrían su rostro con una tela del mismo color, pero que terminaba plegada detrás de la cabeza. Sin capirote. Es decir, similar al llamado tercerol. No era nada nuevo en Caspe, pues antes de la guerra nunca se usó el capirote en las procesiones. El negro de sus túnicas, el silencio con el que procesionaban, solo roto a veces por el arrastrar de las cadenas agarradas a sus pies desnudos, llevó a que fueran llamado popularmente «los gatos».

La Crónica conventual, al referirse a la procesión del Via Crucis de 1941, hablaba de «largas filas de ex-cautivos». Pero, ¿tenemos nombres? ¿es éste Cristo el germen de La Piedad.

José Calved Albiac, «el Cacho», recuerda lo siguiente: «Mi abuelo Vicente (Albiac) era excautivo, como mi tío Crispín (Catalán). Al principio, acabada la guerra, varios de ellos formaron un paso, que no una cofradía. Puede que alguno después participara en La Piedad, pero de entrada son dos cosas totalmente distintas». Paco Callao Navales completa esta información y va más allá, admitiendo haber visto a su padre, Francisco, «junto a Crispín y Fraguas sacar este Cristo. Lo portaba uno, en vertical, incrustado en una cartuchera, y los otros dos lo escoltaban, a cada lado, con faroles». Y continúa: «salían solo en Viernes Santo, desde Franciscanos, donde les guardaban la túnica y los vestía Pilar la Multra«. Admite que no pertenecían a ninguna cofradía ni hacían otra actividad. «El día de la procesión acudían, cumpliendo una promesa de cuando estuvieron presos, y salían normalmente descalzos, arrastrando cadenas de gruesos trenques». Esto fue así hasta mediados los años sesenta, cuando los pocos que vivían eran ya muy ancianos. Manuel Ros Fraguas todavía procesionó dos años vestido de «gato», sustituyendo a su abuelo, Joaquin Fraguas Viñau». Vive para contárnoslo y recuerda que no pertenecían ni  iban con cofradía alguna.

Además de los citados Crispín Catalán, Joaquin Fraguas y Francisco Callao, tenemos la certeza total de que pertenecieron a este grupo otros como Cirilo Gracia Expósito, hasta su óbito (1947), cuando lo sustituirá su hijo Inocencio.

El Cristo de los ex-cautivos, detras del Nazareno. Viernes Santo, 1961-62.

El Cristo de los ex-cautivos, detrás del Nazareno. Año 1961-62

La siguiente cofradía en incorporarse va a ser LA PIEDAD, fundada por 13 excautivos.

En cuanto al paso procesional de La Virgen de la Piedad, serían con certeza 13 de esas decenas -quizá centenares- de cautivos caspolinos quienes decidieron agruparse y formar una cofradía nueva, al amparo de la Tercera Orden Franciscana. Ello lo deducimos, una vez más, de la Crónica y también del Libro de Comandes de la empresa El Arte Cristiano.En este último pudimos comprobar que el encargo de esa imagen lo realizó el P. Matías Morales, el 5 de noviembre de 1941. El coste de la imagen, de 2ª categoría, fue de 1504 pesetas y, según las anotaciones a lápiz que leemos en el margen, parece evidente que poseían una peana.

Encargo de la imagen de La Piedad.

Encargo de la imagen de La Piedad.

 Entregada la imagen a Franciscanos, en la primavera del año 42, la Crónica señala que «el 26 de marzo de 1942 se ha bendecido la imagen de “La Piedad” (otros lo llamarán del “Descendimiento”), adquirido por los terciarios y excautivos de Caspe. Así, tres días después, el 29 de marzo de 1942, en el Via Crucis solemne “se estrenó el nuevo Paso de La Piedad, llevado por seis hombres entunicados”.  Detrás iba otro relevo y todos ellos bajo tutela de Antonio Albiac «Juané», ejerciendo de Hermano Mayor.

Antonio Cirac, uno de los fundadores, con la imagen de La Piedad.

Antonio Cirac, uno de los fundadores, detrás de La Piedad.

Descubierto por fin cuándo se formó y procesionó por primera vez el paso de La Piedad, nos restaría por saber si la imagen fue adquirida únicamente por los trece excautivos o si fue un proyecto que englobó a más gente. Y la solución a este último enigma nos la da la Crónica Conventual, cuando en el repaso a lo que dio de sí el día 6 de diciembre de ese mismo año 1942, señala:

El P. Guardián bendice el nuevo altar de “La Piedad”. Pertenece a los terciarios, pues con su ayuda y de los excautivos se adquirió el paso, y se habilitó la capilla con nicho nuevo, altar nuevo y pintura. Lo cuidan las Terciarias.

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Esperamos con este pequeño trabajo haber contribuido a aclarar definitivamente uno de esos errores comunes a la hora de hablar de la Semana Santa de posguerra. Las cosas no siempre son como nos las contaron nuestros abuelos y nuestros padres, sino que es necesario hacerse preguntas y bucear en archivos para hallar las respuesta que, aunque escondidas, están ahí.

Terminamos admitiendo que la cofradía de La Piedad -o cualquier otra- no es menos importante por haber procesionado un año u otro, o por nacer bajo el manto protector de la TOF. La cofradía ha sido y es grande por la devoción de sus cofrades y, sobre todo, por la belleza de sus desfiles procesionales. Y, en este caso, La Piedad es una hermandad digna de los mejores calificativos

Sirva este pequeño trabajo para homenajear a sus cofrades fallecidos, especialmente a Joaquín Cirac García, el agnóstico más creyente -y creible- que he conocido.

Paz y Bien

AGG

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