Lo que hicieron con Fay

En 72 horas, las que van del 18 al 21 de noviembre de 1967, se completó la inundación del pueblo viejo de Fayón.

José Ramón Marcuello, en su monumental Fayón. La historia sumergida, recoge el testimonio escrito que dejó un vecino del pueblo, Sebastián Esqué, en un inédito libro titulado, de modo más que acertado, Hubo otro pueblo llamado Fayón.

“A partir del día 19 el pueblo el pueblo es una laguna. Las casas de piedra, centenarias y entrañables, testigos del nacer y del morir de generaciones, se derrumban y presentan un aspecto de desolación y tristeza.

Calles embarradas hasta lo indecible, caminar de hombres y mujeres, afanados unos en la tarea de acarrear enseres, otros con huellas en el rostro por horas y horas de permanente vela (…) Brigadas de obreros de la Empresa, traídos desde Ribarroja y de otros lugares ceercanos, trabajan desde el paso lunes por las calle viejas. El color amarillo de sus cascos protectores es la única pincelada de color (…) El agua sube, las casas se derrumban una tras otra, otras dan señales de ruina. Allí están años y años de esfuerzos, de recuerdos queridos perdidos para siempre.

Amaneció el día 20 con el horizonte cubierto de una espesa capa de nubes de color plomizo, que desprendían una lluvia torrencial como si la Naturaleza quisiera también contribuir al fatal final de la desaparición del pueblo que tiene ya las horas contadas. Las casas que resisten el impacto de las aguas son destruidas con dinamita (…). Lentamente, las aguas aumentan su nivel, penetran en la Iglesia y llegan hasta el altar mayor, los reclinatorios, bancos y toda clase de ornamentos flotan cual hojas. El reloj de la iglesia se quedó parado para siempre el día 16 de noviembre a las seis y diez minutos. Había sonado la hora cero para rendir el último adiós al pueblo de Fayón.