Recordando a SANCHO BONAL (I)

Leonardo Sancho Bonal, cuando, tras más de medio siglo ejerciendo la medicina en su pueblo -y abanderando proyectos importantes, como el V Centenario del Compromiso o la Junta para las Obras del Pantano de Santolea-, decide trasladar su residencia a Zaragoza, ya viudo y enfermo, remite a «El Guadalope» este poema de despedida, que fue publicado el 22 de julio de 1923.

A CASPE

Aunque te dejo ¡oh Caspe patria amada!

no me alejo de tí;

ya sabes que mi ausencia es obligada

que mi alma queda aquí;

Aquí, aquí donde el primer vagido

dió razón de mi ser;

y en donde de mi madre he aprendido

a rezar y crecer.

En donde las neblinas de mi mente

la razón disipó,

 y dime cuenta aunque incompletamente

de mi ser, de mi yo.

Como poder dejar sin desconsuelo

mi idolatrado hogar

donde otorgóme bondadoso el cielo

tranquilo bienestar.

Donde una esposa noble y cariñosa

lleno mi alma de amor;

donde una prole buena y numerosa

bendijome el Señor.

Donde viví mezclados con placeres

el dolor y el pesar;

donde dejo enterrados a unos seres

en sagrado lugar.

Como ausentarme de quien me ha prestado

su aliento y su vigor

para cruzar con ánimo esforzado

este mar de dolor.

Añoraré tus montes y collados

de esquilmado pinar

y añoraré tus vegas y tus prados

de agradable mirar.

Añoraré por fin, de mis paisanos

su amistad de su fé,

y al despedirme de ellos como hermanos

un ruego les haré.

Cuando el Juez de castigos y de gloria

me llame al tribunal,

me presten un recuento en su memoria

y un puesto en su fosal.

Leonardo Sancho Bonal escribió una veintena de libros, incluido un «Bosquejo Geográfico-Histórico de Caspe» (publicado por el GCC en los cuadernos de estudios caspolinos XII y XIII), cultivó, fuera de lo local, amistades tan exquisitas como la de . Angel Ossorio, D. Cruz Laplana, D. Antonio Maura y el propio Cardenal Soldevila. Amante de las letras, escribió mucho, pero la mayoría se ha perdido… ¿para siempre?

Sancho Bonal vivió un lustro más. Y, efectivamente, sus restos, junto a los de su esposa (fallecida poco antes que él), ocupan un espacio en el cementerio caspolino. No pierdan tiempo buscándolo. Un día, esperemos que no muy lejano, se lo mostraremos.

Modesto 

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