Los botánicos aragoneses

En Aragón, el estudio de la botánica ha tenido especial importancia. La historia recoge hitos relevantes alrededor de la flora del territorio, excepcionalmente valorada por una diversidad que responde a las diferencias climáticas y las distintas composiciones del suelo. Algunos relacionan este interés con la influencia de la cultura musulmana, concretamente con el apoyo y mecenazgo que desplegó la Taifa de Zaragoza para desarrollar esta ciencia auxiliar de la medicina y de la agricultura, ya en el siglo XI.

Un cardoborriquero en las faldas del Moncayo.

Se conocen estudios alrededor de las hierbas desde la Edad Media. Los firman los musulmanes Inb Wafid y Avempace, el médico judío Ibn Biklaris o el cristiano Arnau de Vilanova, nacido en 1238 en Villanueva de Jiloca. El testigo lo recogieron en los siglos siguientes los estudios botánicos de Miguel Navarro, Gaspar de Morales, Jerónimo Huguet o Bernardo de Cienfuegos. Éste último, natural de Tarazona, publicó Historia de las plantas, una aportación literaria única en su tiempo y fundamental en la historia universal de la Botánica.

Portada de uno de los libros de Arnau de Vilanova.

Pero es en los siglos XVIII y XIX cuando distintos estudiosos convirtieron a Aragón en una referencia de esta disciplina a nivel internacional.  Con el tránsito del Viejo al Nuevo Régimen, los ilustrados vieron en la ciencia de la botánica un instrumento para mejorar la agricultura y sanear la maltrecha economía. La política ilustrada trajo un despliegue de medios y posibilidades para extender otra forma de cultivar aprovechando las potencialidades de las ciencias, formando especialistas e implantando estudios. La influencia francesa tuvo gran importancia en estos movimientos.

El zaragozano Ignacio Jordán de Asso (1742-1814) es una de las grandes figuras de la Ilustración española. También conocido con el seudónimo de Melchor de Azagra, fue jurista, historiador y naturalista.  Durante una brillante carrera diplomática por toda Europa, demostró su interés por la riqueza biológica de su tierra. En 1779, mientras ejercía de cónsul español en Amsterdam, publicó cuatro obras que pretendían ser un inventario completo de la geología, flora y fauna del viejo Reino.

Una de las típicas ilustraciones clásicas de botánica.

Jordán de Asso fue uno de los primeros seguidores del científico sueco Carlos Linneo, padre de la ecología y creador, en ese siglo XVIII, de la más clásica clasificación de los seres vivos. El zaragozano catalogó así 1.300 especies de vegetales diferentes, de las que 160 eran especies autóctonas aragonesas. En 1797, como director de las cátedras de Química y Botánica de la Real Sociedad Económica Aragonesa, impulsó el Jardín Botánico de Zaragoza, que apenas sobreviviría una década por Los Sitios. Jordán de Asso es, aún hoy, el más prolífico de todos los botánicos aragoneses y está representado en una de las cuatro figuras que decoran la portada del Paraninfo de Zaragoza.

Escultura de Jordán de Asso en el Paraninfo de Zaragoza.

 Otro zaragozano nacido en Encinacorba, comenzó a destacar a nivel nacional en los primeros años del siglo XIX. Mariano Lagasca Segura (1776-1839) era un naturalista y médico que reunió un herbario con 4.000 especies. Escribió obras como Introducción a la criptogramia española y Variedades de Ciencias, Literatura y Artes que recogían especies nuevas para la ciencia. Llegó a ser director del Jardín Botánico de Madrid, aunque tuvo que dejarlo todo y huir a Inglaterra por motivos políticos al final del Trienio Liberal. Veinte especies vegetales llevan su nombre como homenaje de botánicos de todo el mundo y ha sido considerado como la figura más relevante de la botánica española.

Retrato de Mariano Lagasca.

En los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX se escribió Flora Cesaraugustana, una ambiciosa y muy reconocida síntesis de las hierbas que se localizaban en el término de Zaragoza. Era obra del farmacéutico Pedro Gregorio Echeandía (1746-1817), navarro de nacimiento pero aragonés de adopción, visitador de las boticas del Reino de Aragón y Primer Catedrático de Botánica del Jardín de la Universidad Literaria de la capital aragonesa. Murió pobre y el libro se perdió. Los folios originales se encontraron décadas después en Sangüesa, donde eran utilizados como papel de envolver.

Otro médico aragonés, natural de la localidad oscense de Baraguás, desarrolló su pasión por la Botánica lejos de nuestras tierras. Martín Sessé Lacasta (1751-1808) impulsó la Expedición Botánica de Nueva España. Allí, además de promover el conocimiento de la naturaleza americana, creó en México el primer Jardín Botánico de América y la primera cátedra de Botánica.

Retrato de Martín Sessé Lacasta.

Frente a ilustrados de amplia formación y con muchos recursos como fueron Jordán de Asso y Mariano Lagasca, en el siglo XIX surgieron dos personalidades que desarrollaron una ingente labor por la botánica aragonesa sin medios ni estímulos oficiales. Ambos eran bajaoaragoneses, farmacéuticos y amantes de una tierra que nunca quisieron abandonar: Francisco Loscos Bernal y José Pardo Sastrón.

Francisco Loscos nació en Samper de Calanda (1823-1886). Se licenció en farmacia en la Universidad de Madrid, pero siempre ejerció en su tierra. Primero en Chiprana, luego en Castelserás, Peñarroya o Calaceite, para volver de nuevo a Castelserás, donde murió en una epidemia de cólera. Desde muy temprano inició sus estudios sobre la flora de la zona en colaboración con otro farmacéutico nacido en Torrecilla de Alcañiz, José Pardo Sastrón (1822-1909).

Retrato de Francisco Loscos.

Pardo Sastrón se formó en Barcelona. Provenía de una larga dinastía de farmacéuticos y, aunque tuvo la oportunidad de ser profesor en la Universidad, eligió volver al mundo rural. Dedicó especial atención a las propiedades medicinales de las plantas y fue fundador de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales con el sacerdote y naturalista de Albarracín Bernardo Zapater Marconell (1823-1907), que también realizó importantes investigaciones de la flora y fauna de Aragón.

Fotografía de Pardo Sastrón. Fuente: Nuria Sancho.

Tanto Zapater como Pardon Sastrón se unieron a Loscos para formar la que se conoce como Escuela Botánica Aragonesa. Catalogaron de forma exhaustiva la flora del Aragón y descubrieron nuevas especies. Los tres han dado nombre a distintas plantas. Además, Sastrón y Loscos publicaron Series inconfecta plantarum  indigenarum Aragoniae praecipue meridionalis (1863), donde recogían 2.460 especies. Es considerada una de las obras científicas más genuinamente aragonesas de todos los tiempos, pero tuvo que ser publicada en Alemania porque no recibieron ayuda en España.

Flora en Camarena de la Sierra (Teruel).

La obra de Loscos y Pardo Sastrón se editó gracias a Mauricio Willkomm, un alemán admirador del de Samper de Calanda y enamorado del Pirineo y el Moncayo. Reconoció la riqueza botánica de Aragón, como había hecho  antes el italiano Pietro Bubani o el francés Sennen. Esta singularidad nos convirtió en una potencia botánica en la que, además de los ya nombrados, han destacado otros como Antonio Campillo, Félix de Azara, Florencio Ballarín o Carlos Pau. En definitiva, una larga nómina de investigadores con una apreciada labor científica que sigue siendo reconocida hoy como única.

identidad aragonesa

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