Reproducimos hoy el artículo que, en su sección España Insólita, publicada el diario catalán La Vanguardia el 28 de febrero de 1973. Algo displicente, pero en líneas generales laudatorio. Caspe afrontaba los últimos años de la dictadura con el deseo de recuperar libertad y la ilusión de convertir su Mar de Aragón en un icono turístico. El autor, que no conoce la idiosincrasia caspense, reconoce que «se deberían promover algo más la importancia de esa localidad». No había leído a Valimaña, sin duda, que lo dejaba muy claro en esta sentencia: «los habitantes de este país, en teniendo dos campetes de olivas, ya se desdeñan de ser artesanos».
Por cierto, que el redactor solo tarda 10 líneas en colarnos la confederación catalano-aragonesa. Y eso que aún faltaban por llegar Pujol y Forcadell, con sus peculiar manera de enseñar la historia en los colegios catalanes.
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