En recuerdo del Sr. Alloza

Vino a Caspe en 1942, dos años antes que yo supiese leer, y marchó en 1966, dos años después de casarme. O sea, que coincidí con él durante mi mayor y mejor época de lectura. Y lo recuerdo especialmente porque me enseñó a leer. No letra a letra, sino libro a libro.

Le estoy muy agradecido y por eso me ha emocionado cuando Antonio en nombre de los Amigos del Castillo me ha pedido que diga unas palabras sobre el señor Alloza.

Marzo de 1948. Elenco de profesores del Colegio Ntra Sra. del Pilar. De pie, a la izquierda, el Sr. Alloza

 

Ha muerto el Sr. Alloza a los 103 años. Arquetipo de virtudes cívicas. Espejo de humanidad. Fue el faro luminoso de la cultura, cuando había tanta niebla y tanta oscuridad en los tenebrosos tiempos de postguerra.

Quien lo conoció no olvida su hermosa voz, su palabra trufada de ecos literarios, su cabeza que ostentaba buen pelo y peinaba ideas, así como sus posturas religiosas profundas abiertas y postconciliares antes de que se celebrase el Vaticano II, según dice mi hermana preferida en un estudio sobre sus obras publicado en Cuadernos de Estudios Caspolinos.

.- Enséñame las manos… ¡Venga, a lavarte!  Decía cuando nos proporcionaba algún libro de la biblioteca. Era una metáfora de lo que pedía a sus alumnos: tener la mente limpia, borrar los prejuicios, acoger las ideas para hacerlas propias. Consciente o intuitivamente nos hacía personas. Nos animaba a ser ciudadanos responsables.

Como parecía que  yo apuntaba maneras en eso de los números me encargó que hiciese la contabilidad de la biblioteca. Un honor inmerecido que me proporcionó el gusto de ser útil, de trabajar junto a mi maestro y, al final, el placer de que me regalase el Cyrano de Bergerac de la Colección Austral, que aún guardo, leído y releído, como un tesoro.

Recuerdo una de sus frases: «La cultura es un adorno cuando las cosas van bien; es un consuelo cuando las cosas van mal, y, en todo momento, la cultura es libertad». Reflexión de una persona que pasó una difícil posguerra en lo económico y en lo personal. Había nacido en Alcorisa y estudiado su seminario, y en sus últimos años seguía colaborando en las revistas y cosas de Alcorisa.

Escribió un poema a la mujer caspolina y casó con una, Pilarín Feitó:

En gracia de tu gracia peregrina
Déjame que levante mis alientos
Y proclame a la rosa de los vientos
La mujer más gentil, la caspolina.

La cultura caspolina le debe mucho. Organista, director de coros y teatro, pluma siempre con tinta para colaborar en programas de Fiestas y escritos mil. Incluso para hacer discursos a políticos, todos franquistas, a pesar de que su corazón le dictaba otras palabras. Si algo no tragaba, lo decía en latín o empleaba algún tropo o recurso lingüístico, sabiendo que no le «pescarían». Gran lector de todo, erudito en mucho, adoraba a los clásicos (llamó a su hijo Aquiles) y consiguió en tiempos difíciles ser muy respetado por ser tan humilde y respetuoso.

Recordamos con emoción su  “Canto a Caspe”, en el que habla de su historia y sus grandezas pero se queja veladamente de su dejadez y apatía tradicional, terminando con unos versos magistrales:

Cese la paz letárgica de tus campos. Posea
a tus hijos la fiebre que destierra la calma,
Reine un orden fabril, optimista ¡Y que sea
menos azul tu cielo, pero más joven su alma!

Firmaba sus escritos como FABER, KRONOS, CRITILO, y hablaba por Radio Caspe como El Patrañuelo, por cierto, con una habilidad especial para crearse enemigos. Respondía a los muchos amigos como Paco. No obstante, para todos alumnos y vecinos en general era, simplemente, el Señor Alloza. Todo un personaje.

Descanse en paz.

Miguel Caballú Albiac

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