Sender y un centenario

Mañana se cumplirán cien años. El 12 de septiembre de 1916 José Sender Chavanel tomó posesión de la secretaria del ayuntamiento de Caspe. Toda su familia se instaló en la vivienda que el municipio puso a disposición en el último piso de la casa consistorial. En Zaragoza solo se quedó el hijo Ramón José, un adolescente de quince años que abría los ojos al mundo mientras cursaba bachillerato y trabajaba como mancebo de botica (ya leía mucho quien luego sería una de las glorias de la literatura española: “La letra impresa fuera de los libros de texto me parecía entonces ungida de la divinidad”). 

Sender Chavanel, el padre, accedió al empleo caspolino con solemnidad: «En brillante discurso expuso los inmejorables deseos que le animan para el buen desempeño de su cargo, ofreciendo su infatigable colaboración moral y material, conducente siempre al mejor desenvolvimiento y progreso de la administración local» (La Crónica de Aragón).

Los periódicos de la capital destacaron su independencia: «El señor Sender es un secretario de cuerpo entero (…) y puede apuntarse a su favor el hecho de haber sido nombrado por las fuerzas de sus propios méritos y sin que haya mediado la menor recomendación » (El Noticiero).

En verdad, pudo mediar alguna influencia política, eso parece deducirse de la consulta de fuentes locales. Las actas municipales recogen la tensión de un cese temporal y el sonado rifirrafe que generó entre los partidos, asunto que incluso trascendió a los diarios madrileños.

En fin, en 1917 vio la luz El Guadalope, un longevo e influyente semanario. En el número uno y bajo el título ‘Mi cuartilla’, Sender estampó su firma: «Más que de ciencia y arte siente Caspe necesidad de una administración local de amplia expansión, basada en principios de sana doctrina y ajustada a un plan bien estudiado, que rompa de una vez los viejos moldes en que su vida se desenvuelve».

Este artículo, con rúbrica J.Sender, debe atribuirse al padre. El hijo, que a pesar de su juventud ya colaboraba en la prensa de Zaragoza, también firmó algunos trabajos en el semanario. No los he podido localizar en los ejemplares que se conservan, pero reproduzco lo que hace más de treinta años anoté tras conversar con uno de sus contemporáneos: «En cierta ocasión Ramón J. Sender, que pasaba temporadas en el pueblo, escribió en El Guadalope un artículo sobre una tertulia que los señoritos-pijos de Caspe acostumbraban a mantener al aire libre. Lo tituló ‘El jardín de afrodita’. Las críticas sentaron mal, hasta tal punto que, tras una acalorada discusión, Sender y uno de aquellos llegaron a las manos».

Otro día les cuento lo de las brujas y las avisadoras de muertos.

Alberto Serrano Dolader

Publicado en el suplemento dominical de Heraldo de Aragón, el 11 de septiembre de 2016

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