Lourdes. Un viaje para el recuerdo

En aquel Caspe triste y gris de posguerra, la llega de los franciscanos valencianos (Gabriel Francés, Ladrón de Guevara, David y Lorenzo Cervera) supuso una revolución -póngase aquí todas las comillas que se quieran-social, cultural e incluso religioso. Aquellos hombres, ataviados con túnicas marrones y calzan do únicamente unas sandalias de pescador, emprendieron, con la ayuda de voluntarios de la Tercera Orden, una ingente labor que, en cierto modo, desmontaba a la otra Iglesia, la de las élites, la de recordaba la Gloriosa Cruzada cada instante, la que despreciaba a los hijos de los vencedores en una guerra civil de la que ella también tuvo, por qué no decirlo, una parte importante de culpa.

Quizá sea la Rondalla San Antonio la «creación» más famosa que surgió bajo el manto de la TOF en aquellos últimos años de la década de los 50 (del siglo XX, claro). Pero hubo, además, un enorme movimiento social, de verdadero auxilio a los pobres (a todos ellos, sin distinción de credos), de evangelización, de apoyo mutuo y de solidaridad. Sin obviar que hubo, también, alguna que otra ostia sin consagrar.

Entre los frailes más dinámicos estuvo David Cervera. Suya fue la idea de viajes, con dos autobuses repletos de caspolinos, al santuario de la virgen de Lourdes, en Francia, los primeros días de mayo de 1958. «Aquello fue increíble», recuerda Pilarín París todavía hoy. «Íbamos a lo que íbamos, pero algún botellín de coñac se pudo colar en el autobús; bebíamos un trago y nos poníamos a cantar. Íbamos muy animaos. Algunas, las más jóvenes, María Molina, Merceditas Burillo y yo, no hubiéramos podido ir si nuestros padres no hubieran ido al Juzgado a firmar por nosotros. Ramón Catalán, urbezo, iba de guardaespaldas.  Mi padre le dio instrucciones clara de que no nos perdiera de vista. Y vaya si cumplió»

El padre David Cervera era, además, hijo y hermano de fotógrafos. Tenía pasión por la fotografía. Tuvo la pericia de inmortalizar alguno de los mejores momentos de ese viaje histórico, por todo lo que supuso, por el recuerdo entrañable que dejó y por vínculos que creó entre nosotros, «algunos ya muy mayores, como el tío Crespín Catalán o María la calzonera, y otras todavía bastante crías y con muchos pajaricos en la cabeza».

Esta es la secuencia de las fotos que nos han llegado, gracias a la gentileza de Raimunda Molina y Pilarín París.

 

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