La Morisma de Ainsa

Aínsa es el mayor núcleo de población de la comarca del Sobrarbe, territorio administrativo con el mismo nombre y similar frontera de uno de los condados que originaron Aragón. Además de por sus singulares costumbres sociales y culturales o su impresionante belleza natural unida a los Pirineos, el Sobrarbe es una tierra caracterizada por una intensa historia milenaria. Un pasado envuelto en la leyenda que ha marcado la historia aragonesa y que los actuales habitantes del lugar no quieren olvidar. Apuestan su promoción y desarrollo al recuerdo de un episodio concreto, hoy convertido en acto cultural multitudinario que nos ha llegado con el nombre de “La Morisma” y que es considerado Fiesta de Interés Turístico de la Comunidad.

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Representación de La Morisma

El propio escudo heráldico de Aragón refleja en su primer cuartel este episodio de la tradición mítica sobrarbense. Se trata de una encina con una cruz encima, el símbolo mítico de un triunfo excepcional de los ejércitos cristianos sobre los musulmanes. O, en realidad, del poder de Dios legitimando el avance de los futuros aragoneses para crear su territorio sobre la tierra conquistada.

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El árbol del Sobrarbe es uno de los símbolos que componen el escudo aragonés desde el siglo XV.

Tal como lo recogió este mismo blog, el árbol del Sobrarbe recuerda una batalla legendaria de un puñado de soldados frente a un fuerte y bien armado contingente musulmán. Salieron de las murallas de Aínsa para defender el enclave ante el empuje de los infieles. Al frente estaba un personaje que parece fruto de la invención popular: un rey, García Ximénez, en una tierra en la que sólo queda constancia de condes. Y cuenta esa historia que, cuando los cristianos pensaban que estaban a punto de sufrir una derrota, la salvación llegó del cielo. Una impresionante cruz de fuego se apareció sobre una encina. Señal milagrosa que dio el suficiente coraje a los soldados cristianos para ganar la batalla que parecía perdida.

El supuesto lugar de aquel enfrentamiento está señalado desde hace siglos en las afueras de Aínsa. Un templete protege una cruz sobre una columna que acaba con un capitel de relieves de ramas. Es el símbolo de aquel árbol de leyenda donde Dios mostró su apoyo a las tropas del Condado de Sobrarbe, para mantener el territorio que acabaría siendo germen del futuro Reino de Aragón.

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Templete que señala el lugar de la legendaria batalla en las afueras de Aínsa.

El actual monumento se levantó en el siglo dieciocho y sustituía a otros anteriores. Se cuenta que lo pagó el mismísimo rey Carlos III por sus propios medios, sabedor de la importancia de mantener los mitos de la cultura popular. Pero éste no es el único recuerdo de aquel episodio mítico. Hace siglos que los vecinos del municipio oscense decidieron que merecía la pena crear una fiesta para rememorar esa parte de su legendaria historia.

Ya en 1676 las Cortes de Aragón acordaron conceder diez libras jaquesas de los fondos públicos para contribuir a la celebración de una fiesta que celebraba la victoria frente a los sarracenos. La primera representación de los vecinos está datada en 1678. Un Real Decreto de 1716 firmado por el rey Felipe V disponía que esa cantidad se siguiera pagando.

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Imagen de la representación de La Morisma de Aínsa

El texto que se interpreta hoy en La Morisma se basa en el que escribió el profesor de instituto Luis Mur en 1930. Escrito en forma de romance irregular y en fabla, se cree que recogía la antigua tradición popular. Cuando el espectáculo se recuperó en 1970, después de 40 años sin representarse, el nuevo libreto de José Garzón Rodelgo tuvo muy en cuenta el texto de Luis Mur, pero pasó por un proceso de traducción y modernización. Desde entonces La Morisma ha experimentado otras aportaciones, pues en cada escenificación hay actualizaciones, novedades y sorpresas.

Con sus papeles transmitidos de generación en generación, el drama se desarrolla con características semejantes a las de un auto sacramental. Relata como se produjo esa batalla legendaria entre cristianos y musulmanes en el siglo VIII. Durante aproximadamente hora y media, los propios vecinos de la población se convierten en los personajes de la historia ataviados con vistosos ropajes. Más de 400 personas participan de una u otra forma en la representación, desde la creación de los escenarios hasta la interpretación, pasando por la sastrería o la organización.

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Buena parte de los actores amateurs que participan en La Morisma. Fuente: lamorisma.com

La hermosa plaza Mayor porticada de Aínsa es, desde hace siglos, el escenario de La Morisma. A las puertas del edificio del Ayuntamiento se coloca el escenario que simula el castillo a conquistar, sede de la corte musulmana. En el centro de la plaza, queda plantada la encina. La historia comienza con el aviso de la cercana aparición de las tropas cristianas, con Garci Ximénez al frente.

El Rey es uno de los personajes destacados en una representación que reúne a reyes moros, embajadores o un sacristán con el mismísimo Diablo, el Pecado, un ángel o la tradicional figura del Rapatán. Todos ellos se alinean en dos bandos antagónicos: el del bien y el del mal. Son los actores de una confrontación erigida en motor o temática de numerosos espectáculos dramatizados en toda la geografía aragonesa.

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La plaza Mayor de Aínsa es el escenario de la representación

En La Morisma es Garci Ximénez el que desafía al rey moro a la batalla. Cuando está cerca de comenzar, mientras los cristianos están en oración, la cruz de fuego se aparece sobre la carrasca entre un despliegue de humo y sonido. Enardecidos por la aparición, comienza la batalla y los seguidores de la cruz se imponen sobre el ejercito sarraceno. La localidad es entonces cristiana y su población musulmana recibe el bautismo, en un final de claro objetivo aleccionador.

A lo largo de la representación aparecen elementos propios de autos sacramentales o dramatizaciones medievales. Como la conversación que tienen el Diablo y el Pecado, o los dichos con los que los ciudadanos moros y cristianos se dirigen a sus reyes, muy propios de las tradicionales “pastoradas”. Estos romances y quiénes los interpretan constituyen el eje vertebrador de la obra recitada.

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Imagen de la representación de La Morisma de Aínsa

 Más de 1.000 espectadores disfrutan cada dos años de la representación que se presenta al ritmo de música local en directo, del ainsetano Joaquín Pardinilla. Pero además, los visitantes se encuentran con un mercado medieval por las hermosas calles empedradas, exhibiciones de cetrería o recreación de combates en el castillo. Una celebración completa que, aunque perdida y recuperada y pese haber experimentado muchos cambios, el último su conversión nocturna, proviene de una auténtica y arraigada tradición convertida en seña de identidad y testimonio de la riqueza histórica y cultural de Aragón.

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