SAHARA OCCIDENTAL. DE LA COLONIA AL EXILIO (II)

Los incidentes de 1970 y la guerra de Ifni

El 17 de junio de 1970 se produjo una concentración pacífica en El Aaiun, en el barrio de Hatarrambla, tolerada por las autoridades españolas porque se suponía que iba a celebrarse la conversión de la colonia en provincia. Pero, muy al contrario, los concentrados entregaron un manifiesto independentista al gobernador y la tensión fue subiendo de tono hasta convertirse en manifestación, que desbordó a la Policía Territorial (formada por soldados de reemplazo). En el cuartel del III Tercio de la Legión se improvisó una tropa que acudió al lugar del conflicto; fue recibida a pedradas y abrió fuego, matando a varios manifestantes e hiriendo a otros. Bassiri fue detenido y nunca más se supo de él; todo indica que fue fusilado en la zona de dunas. El capitán que mandaba a los legionarios que actuaron aquel día era Carlos Díaz Arcocha, que años después sería nombrado superintendente de la Ertzaintza y asesinado por ETA.

Barrio saharaui de El Aaiún colonial

Barrio saharaui de El Aaiún colonial

Las autoridades españolas debieron dar el asunto por resuelto, pues la convivencia se restableció pronto, los saharauis siguieron formando parte como tropa profesional del cuerpo de Policía Territorial y de la Agrupación de Tropas Nómadas y, al menos cuando hice mi servicio militar en el Sahara, todas las antenas de los servicios militares de inteligencia estaban dirigidas hacia Marruecos. Allí, el partido nacionalista Istiqlal lanzaba diarias arengas reclamando la “marroquinidad” del Sahara, Ceuta y Melilla. Los hechos demostrarían que detrás de sus soflamas estaba el entonces rey Hassan II.

Cuando este intrigante personaje era príncipe heredero, también estuvo detrás de las partidas de tropas marroquíes, supuestamente irregulares, que en 1957 y 1958 se enfrentaron a las españolas en Ifni y el Sahara, en una guerra de la que la mayoría de nuestros compatriotas no han oído hablar pero que causó no menos de 200 muertos en nuestras filas. Estados Unidos prohibió a España utilizar en este conflicto las armas que le había vendido y hubo que echar mano de aviones de la II guerra mundial. Solo con la ayuda de Francia, que también había visto invadida su colonia de Argelia, se pudo derrotar finalmente al supuesto “Ejército de Liberación del Sahara”.

Permítanme los lectores que haga aquí una breve pausa para mencionar que, entre la documentación manejada para escribir este artículo, he encontrado artículos publicados en El País que ofrecen versiones de estos y otros hechos ocurridos en el Sahara Occidental dirigidas a “demostrar” su pertenencia a Marruecos. Juan Luis Cebrián debería explicar algún día el por qué de tan anti-histórica postura.

Aparece el Polisario

Las relaciones entre españoles y saharauis eran cordiales. Quizá fuera por aquello que el seij Ma el Ainin, escarmentado por sus continuos enfrentamientos con los franceses, recomendó a sus hijos antes de morir, “que si alguna vez tenían que tratar y ceder ante cristianos, fuera ante españoles”. Los soldados no teníamos mucho trato con civiles, pero si con algunos de los nativos alistados en la Policía Territorial o las Tropas Nómadas. Pese a esta aparente normalidad, la ola independentista que había cruzado África en la década de los 60 terminó por llegar al Sahara. El primer estallido fue el ya comentado de 1970, el segundo sería la creación del Frente Polisario el 10 de mayo de 1973, en Zouerat (Mauritania). Solo diez días después sus militantes atacaron el pequeño puesto de Tropas Nómadas de Janquel Quesat.

Palacio de Smara (época colonial)

Palacio de Smara (época colonial)

Las acciones de los independentistas no dejaron de ser pequeñas escaramuzas en destacamentos del interior del territorio, o secuestros de los miembros españoles de algunas patrullas de Tropas Nómadas por parte de los soldados saharauis captados por el Polisario. Que yo sepa solo hubo un español muerto en estos secuestros. Uno de los objetivos de los sublevados fue la cinta transportadora del fosfato de Bu Craa, lo que llevó al mando español a transformar el Batallón de Cabrerizas, donde hacían la mili (sin usar armas) los condenados por delitos comunes y objetores de conciencia, en una unidad combatiente dedicada a proteger esa cinta. Mientras, el ejército marroquí empezó a moverse cerca de la frontera con el Sahara y el español lo hizo al sur de la misma. La verdadera amenaza venía del norte.

División en el Gobierno

Franco se estaba muriendo y su régimen se descomponía sin que Arias Navarro pudiera evitarlo. Estaba claro que el Sahara no iba a ser la provincia 51 como habían pretendido pero el Gobierno se dividió a la hora de encarar su futuro. Había ministros decididos a respetar los acuerdos de Naciones Unidas que pedían a España que organizase un referéndum de autodeterminación mientras que otros pensaban que, en un momento de crisis como aquel, lo mejor era abandonar la colonia. No se puede desdeñar la posibilidad de que algunos de los partidarios de la segunda opción pensaran también en favorecer los intereses de las empresas españolas instaladas en Marruecos. El más destacado de los primeros era el ministro de Asuntos Exteriores, el catalán Pedro Cortina, secundado en la ONU por el embajador Jaime de Piniés, de ascendencia aragonesa. Entre los segundos cabe citar al ministro de la Presidencia, Antonio Carro, y al incombustible franquista José Solís, que al ocupar la cartera de Trabajo no sé qué pintaba en este entierro, salvo que estuviera próximo a esos intereses económicos que se movían bajo mano.

La confusión fue aprovechada por Hassan II para desplegar numerosas tropas cerca de la frontera del Sahara, atacar algunas guarniciones aisladas (una unidad meharista intentó apoderarse de Mahbes y fue hecha prisionera), infiltrar guerrilleros a través de la cadena de dunas o sembrar minas en territorio saharaui, una de las cuales causó la muerte de un teniente y dos soldados españoles cerca del puesto fronterizo de Tah. En los meses siguientes habría nuevas bajas causadas también por minas. Ante el incremento de la tensión, España llevó al norte el tercio de la Legión acantonado en Villa Cisneros y reforzó las unidades del Sahara con otras llegadas desde Canarias y la península.

La Marcha Verde

El 16 de octubre, el Tribunal Internacional de La Haya sentenciaba que no existía “ningún ¨vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sahara Occidental por una parte, y Marruecos y Mauritania por otra”. El mazazo legal fue replicado astutamente por el rey marroquí al anunciar a las pocas horas la famosa Marcha Verde, que se iniciaría el 6 de noviembre. Muchos creen que los marchadores fueron quienes invadieron el Sahara, pero lo cierto es que no pasaron del límite establecido por las tropas españolas desplegadas al sur de la frontera.

La posibilidad de un enfrentamiento militar era real, pero esta vez las fuerzas armadas españolas estaban mejor preparadas que en 1957. Las unidades destinadas en el Sahara tenían una elevada preparación y disponían del material más moderno que las de la península, y estaban reforzadas por otras llegadas, incluso, de la División Acorazada Brunete. Por otra parte y aunque Estados Unidos mantenía la prohibición de usar los caza-bombarderos Phantom que España le había comprado pocos años antes, la segura base de Gando (Gran Canaria) albergaba un buen número de reactores Saeta, de fabricación nacional, cuyo diseño original era del alemán Willy Messerschmitt. Creo que nuestro Ejército estaba en condiciones de rechazar un hipotético ataque marroquí.

Pero en el Gobierno la balanza terminó por inclinarse a favor de los partidarios de la cesión del Sahara a Marruecos y Mauritania; las conversaciones con el reino alauita comenzaron el mismo día 7. Carro viajó a Rabat para entrevistarse con Hassan II y este ordenó la retirada de los “marchadores” el 8. Las protestas de Cortina o de Piniés, que quedó en una posición peor que desairada ante sus colegas de la ONU, no impidieron que, el día 14, se firmaran los acuerdos tripartitos de Madrid por los que España cedía la administración (que no la soberanía) del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania.

Una calle del campamento de refugiados de Rabuni

Una calle del campamento de refugiados de Rabuni

Lo que sigue es la triste historia de la repatriación de militares y civiles españoles, precedida por la bochornosa retirada de sus armas a los policías y soldados nativos o las no menos bochornosas medidas para evitar la reacción de la población saharaui. Y la entrega, una a una, de instalaciones y puestos militares a las fuerzas armadas marroquíes. Pienso que el desairado papel que el penúltimo gobierno de la dictadura hizo jugar en este conflicto a los militares españoles, provocó desconfianza hacia el régimen franquista en buena parte de la oficialidad y que, no muchos años después, no se opusieran a la instauración de la democracia en España ni secundaran el golpe de Milans y Tejero.

Guerra en el Sahara

Al mismo tiempo que se marchaban los últimos españoles, el Frente Polisario, dirigido por Ilwali Mustafá Sayid y apoyado por Argelia, inició una abierta guerra de guerrillas contra los nuevos ocupantes de su país: Mauritania, que se había quedado con el tercio sur, y Marruecos, que controlaba el norte, incluidas El Aaiun, Smara y Bu Craa. Pese a la muerte de Ilwali en 1976, la lucha de los saharauis consiguió la retirada de Mauritania en 1979 y puso en grave aprieto a Marruecos. Pero la táctica marroquí de construir muro fortificado tras muro fortificado estabilizó los frentes y los bombardeos de la población civil que había huido al desierto provocó que se asentara en Tindouf (Argelia) más de la mitad de los saharauis. Tras el fracaso de las negociaciones para cumplir los acuerdos de la ONU sobre el referéndum de autodeterminación las dos partes acordaron un alto el fuego en 1991 y la llegada de la Minurso (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental).

La población saharaui que quedó en los territorios ocupados por Marruecos sufrió, antes y después de ese alto el fuego, la represión del ejército y la policía marroquíes, con frecuentes casos de asesinatos, torturas y encarcelamientos en prisiones secretas. Hoy todavía, los activistas son expulsarlos de su país, como fue el caso deAminatu Haidar en 2009. Y si se reunen, como hicieron en Gdeim Izik en 2010, la represión puede ser a sangre y fuego; en la ocasión mencionada causó varias decenas de muertos y centenares de heridos. Recomiendo a los lectores un libro para acercarse al dolor de la población saharaui a lo largo de estos últimos 40 años: Memorias nómadas. Dolor y resistencia en el Sahara Occidental[1].

Mientras, los gobiernos democráticos de España, fueran de la UCD, del PSOE o del PP, han seguido la línea marcada por el último gobierno de la dictadura y huido de su responsabilidad como potencia administradora del Sahara, que España sigue siendo. Todos han preferido mirar para otro lado y, puestos a elegir, han preferido los intercambios económicos y el supuesto control de la frontera sur frente al fenómeno migratorio, que Marruecos ofrece como zanahoria envenenada, a lo que la justicia y las Naciones Unidas demandaban de nuestro país.

Luis Granell Pérez


[1] Gil, Alonso y otros. Memorias nómadas. Dolor y resistencia en el Sahara Occidental. Icaria, Barcelona, 2013. 152 pp.

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