Una casa con solera

Tengo un recuerdo vago sobre la casa donde nací, ya que a los tres años marchábamos de allí. Algunos recuerdos visuales: un salón, que a mí me parecía enorme, con suelo de madera, una mesa, chimenea y una cigüeña disecada; una alacena con morcillas colgando y mi madre limpiando judías, mientras yo jugaba a sus pies. La tía Paca, que ayudó a mi madre a traerme al mundo… Unas escaleras largas que bajaban al taller, enorme, lleno de un polvo blanco (mármol, supongo), mesas llenas de figuras, piedras y maderas por todas partes. Un perrito negro (Quiba) de orejas largas. Y mi padre siempre trabajando en el taller y siempre con gente. Mis hermanas decían que detrás de la casa había caído una bomba dejando la casa sin techos ni suelos y ellas jugaban en el agujero que había hecho.

Retablo de la Balma, realizado en el taller de Paltor, en Plaza Compromiso.

Retablo de la Balma, realizado en el taller de Paltor, en Plaza Compromiso.

Estos son mis pocos recuerdos de esta casa, pero he oído hablar tanto de ella, donde vivimos doce años maravillosos, según mis hermanas, que ahora me parece haber vivido allí mucho más de lo que recuerdo.

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Mis hermanas y yo, en nuestra última visita a Caspe, con la tía Paca.

Largas tertulias de artistas y amigos hasta el amanecer, ya tocando el rosario de la aurora, preparando las carrozas y fallas. Conversaciones por puro placer, por discutir de cualquier tema que pudiera cambiar el mundo. Planeando la reconstrucción de la Colegiata, organizando fiestas y actividades culturales. Preparando maquetas de la almazara de aceite ya mecanizada. Organizando exposiciones. La escuela de pintura para jóvenes. Carteles. La taxidermia. La caza. Luego la iglesia de Zaragoceta, Santa Lucia… Molina, Suñé, Bayo, Catalán… Nombres y hechos que se mezclan con mis recuerdos, de oírlos mil veces en las sobremesas familiares.
Mi madre siempre nos hablaba de cómo la gente de Caspe les acogió de la mejor manera posible y cómo le gustaba vivir allá.
Esta casa podrá derruirse y desaparecer, pero sus recuerdos siguen ahí… inperdurables

Carmen Paltor

 

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