Las brujas de Trasmoz

La silueta de Trasmoz destaca en el camino hacia las faldas del Moncayo. Su caserío trepa una pequeña colina coronada por un castillo que aún mantiene buena parte de la envergadura que debió tener en sus mejores tiempos. A ojos del viajero llama inmediatamente la atención. Y se acrecienta cuando, una vez dentro de la población, descubre figuras de brujas en las paredes, en las veletas o en los paneles informativos. Incluso tiene una fiesta dedicada a las servidoras del Diablo.

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Lo cierto es que este pequeño núcleo de población, en el que ahora no viven más de 100 personas, es el epicentro de un territorio plagado de leyendas. Una zona bajo el influjo mágico de la montaña más alta del Sistema Ibérico. Allí se encuentra también el no menos misterioso Monasterio de Veruela y se recuerda a un autor español que cultivó el relato de leyenda, Gustavo Adolfo Bécquer.

Es muy posible que el escritor del romanticismo paseara por las calles de Trasmoz. Es seguro que residió por un tiempo en el Monasterio de Veruela, con el objetivo de tratar la tuberculosis que le aquejaba. Allí escribió sus conocidas “Cartas desde mi celda” y leyendas ambientadas en el paisaje que le rodeaba, en lo que muchos señalan como una parte fundamental de su etapa creativa. Con Gustavo Adolfo estaba su hermano Valeriano, que cultivó el arte por el que sería conocido: la pintura. De hecho, es el autor las imágenes más antiguas que se conocen de Trasmoz, concretamente de su castillo.

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“Los sábados, después de que la campana de la iglesia dejaba oír el toque de las ánimas, unas sonando panderos, y otras, añafiles y castañuelas, y todas a caballo sobre escobas, los habitantes de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesas como las grullas, que iban a celebrar sus endiablados ritos a la sombra de los muros de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte”

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Las historias de aquelarres y rituales paganos como éste que describe Bécquer se relacionan con Trasmoz desde hace siglos. El propio origen del castillo es ya legendario, pues se asegura que lo construyó un mago llamado Mutamín en una sola noche.

En el siglo XIII se describía a Trasmoz como una “isla laica” rodeada por los territorios controlados por los monjes de Veruela. Con régimen y recursos propios por gracia de la Corona, cuentan que en aquel pueblo la herejía era una actividad constante. Por eso la iglesia lo consideró como pueblo maldito y fue excomulgado en 1252. De hecho, aseguran que nunca se ha revertido aquella decisión, por lo que la del Moncayo sigue siendo la única localidad excomulgada de España.

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Una de las historias que se cuentan sobre Trasmoz viene a explicar la razón por la que el castillo se conoció como escenario de rituales paganos y otros terrores. Aseguran que, en realidad, allí fabricaba moneda falsa un sacristán de Tarazona. Por eso, para evitar las visitas inconvenientes o las miradas curiosas decidió divulgar todo tipo de cuentos sobre brujas y encantamientos.

Pero, aunque suene a leyenda, lo cierto es que la presencia de brujas en el municipio ha quedado documentada en antiguos legajos. Se dice de ellas que maldecían, echaban males de ojo, propagaban enfermedades o destrozaban las cosechas. Incluso a algunas se las recuerda por su nombre. La tía Casca es la más famosa. Sus vecinos la despeñaron en 1850 por un barranco, acusada de atraer males sobre los niños, animales y cosechas. Gustavo Adolfo Bécquer escribió que en ese lugar quedó entonces su alma, errando en pena.

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Otra bruja famosa es Dorotea. Al parecer fue víctima del encantamiento de otras brujas después del intento de su tío, el párroco Mosén Gil, de exorcizar el lugar. Más recientes son la Tía Galga y su hija, de las que se recuerdan lecturas del destino y potajes milagrosos. De hecho son recordadas con cariño porque daban solución a muchos problemas aplicando remedios con plantas que recogían de las faldas del Moncayo.

Trasmoz no sólo no ha querido olvidar las historias de brujas sino que las ha potenciado para convertirlas en un atractivo turístico. Existió durante años un museo y siguen celebrándose unas jornadas dedicadas a la brujería y las plantas medicinales que atraen a miles de personas en cada edición. Las organiza una asociación local de nombre muy sugerente: “El embrujo”. Se conocen como “Encuentro de Brujería, Magia y Plantas Medicinales del Moncayo”.

FOTO 6. Asoc. El Embrujo

En cada uno de esos encuentros las “brujas” de Trasmoz aumentan, porque una de sus vecinas es nombrada “Bruja del año”. En el nombramiento le acompañan todas las mujeres que han obtenido ese título en años anteriores. Todas ellas reciben una placa de cerámica que muchas deciden colgar en la puerta de sus casas. De esta forma no sólo están identificadas, sino que el pueblo muestra a los visitantes su continua relación con la brujería.

Pero las brujas no son las únicas manifestaciones sobrenaturales que se recuerdan en Trasmoz. Existe una tradición alrededor del día de las ánimas. Se dice que en el día de los difuntos es necesario encender una vela por cada uno de sus muertos. Las encienden dentro de calabazas a las que se le hacen agujeros y se colocan en el camino de la procesión de las ánimas, una tradición que, aseguran, se remonta a tiempos celtas y nada tiene que ver con el “Halloween” importado de EE.UU. Las luminarias se completan con rezos y toques de campana. Se entona, por ejemplo, el tradicional canto de “Los gozos para las ánimas benditas”.

También alrededor de esta tradición se ha originado una fiesta. Se conoce como la fiesta de “La Luz de las Ánimas” y se celebra el primero de noviembre. Cada vez atrae a más personas que encienden sus velas por los muertos. Y Trasmoz afianza su título de localidad más misteriosa de Aragón, siempre bajo la sombra del castillo en el que se encontraban las brujas las noches de los sábados.

FOTO 8. Asoc. El Embrujo

Más información en la página web de la Asociación El Embrujo. http://www.trasmoz.com/home.htm

identidadaragonesa.wordpress.com

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