El Santo Grial en San Juan de la Peña

Una de las tradiciones más interesantes que tenemos en Aragón afirma que el legendario Santo Grial fue escondido durante siglos en las montañas de Huesca y custodiado en el Monasterio de Juan de la Peña. Conocedor de esta tradición, el rey Martín I el Humano se hizo con esta preciada reliquia y la trasladó a Zaragoza en 1399 aunque, posteriormente, Alfonso V la depositó en la catedral de Valencia donde se venera desde 1347 con el nombre de Santo Cáliz. ¿Qué es el Santo Grial? ¿Por qué llegó a nuestra tierra? ¿Donde se ocultó?

Con el término Santo Grial se conoce desde muy antiguo a la copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena para instituir el sacramento de la Eucaristía. Por lo tanto, es considerada una de las reliquias más importantes de la cristiandad. Otras tradiciones afirman que, al día siguiente, José de Arimatea también recogió en él la sangre que brotaba del cuerpo de Jesús en la cruz, o quizá pudo ser la que limpió de su cuerpo antes de enterrarlo en su sepulcro. En cualquier caso, se trata de un vaso de especial importancia porque contuvo la sangre de Jesucristo.

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Los primeros cristianos guardaron como reliquias muchos objetos que habían pertenecido a Jesucristo y, según la tradición, el Santo Grial quedó en manos de San Pedro puesto que había sido elegido como cabeza de la Iglesia, y este mismo apóstol lo llevó consigo a Roma. Otras tradiciones afirman que primero fue llevado a Antioquía y posteriormente algún obispo sirio lo llevó a la capital del imperio romano. El caso es que a mediados del siglo III formaba parte de los tesoros de la iglesia romana cuando el emperador Valeriano, que intensificó la persecución a los cristianos, exigió al papa Sixto II que los entregase al Imperio. Ante la negativa del pontífice el emperador lo condenó a muerte, pero antes de morir encargó a su diácono, el oscense San Lorenzo, que vendiese todo y lo entregase a los pobres. San Lorenzo así lo hizo, lo que le valió ser quemado vivo en la parrilla tan solo cuatro días después, el 10 de agosto de 258. Pero de entre todas las joyas salvó el Santo Grial y encargó a dos soldados que lo llevasen a un lugar que él consideraba seguro: la casa de sus padres en Huesca.

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Ante la nueva amenaza que suponía la llegada de los musulmanes en el siglo VIII, Acisclo, el obispo de Huesca, decidió huir a las montañas junto a sus sobrinos Cornelio y Orosia y llevar consigo ambas reliquias para ponerlas a buen recaudo en los montes de Yebra de Basa.

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En los años posteriores, estuvo en posesión de diferentes obispos en los monasterios de San Pedro de Siresa, San Adrián de Sásabe, donde aparecer vivieron hasta siete obispos, la iglesia de Bailo y, ya en 1044, en Jaca, donde se dice que si la Catedral tiene la envergadura que ostenta es porque fue concebida para albergar el Santo Grial. Sin embargo, tan solo unos años después, fue llevado a San Juan de la Peña por el obispo Don Sancho I, quien renunció a su cargo y se retiró a este monasterio donde había sido monje.

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