Evocaciones en Semana Santa

Sábado 28- ¿Qué hago yo esta Semana Santa? O me voy con los míos a la playa o me voy a Caspe. La verdad es que la decisión me costó poco tomarla. .- Pues… decidido, me voy a Caspe. Viajar solo, a veces, tiene sus ventajas. Cuatro horas de coche dan para mucho y planifiqué a conciencia el goce de la estancia en mi pueblo:  familia, amigos, casa, “paparajotes”, procesiones, etc.  A tope!.

DOMINGO DE RAMOS. Palmas y laurel, procesión, misa y vestido para el evento, ambiente muy festivo; pero algo no concordaba, evoqué mis tiempos atrás, ¿dónde estaban los caramelos colgando de palmas y ramos de mis tiempos de niña? ¿y la canción? La Banda de Música daba los acordes precisos y todos detrás de La Burreta, sobre todo la “canalla menuda”, cantábamos a una el “ Si valgo poco mi buen Señor”. Estrenábamos vestido y zapatos “merceditas” con los calcetines de ganchillo (ropa que iba a ser la de “mudar” de todo el verano). Ese día se cerraba con la procesión de la tarde-noche, recorrido tradicional, mucho silencio y los caspolinos en dos filas por las aceras acompañando la procesión. Sólo algún tambor en el Nazareno, no sé si también en La Piedad, y alguna trompeta y… ¡ale!, a esperar el JUEVES SANTO.

60

Año 1956. Procesión de Ramos (Col. P. Borruey)

Los oficios con el lavatorio de los pies, (que no faltaba mi tío Crespín, y me preguntaba yo siempre ¿por qué iba a la Iglesia a lavarse los pies?). Jueves Santo tenía de bueno que si la noche era buena iba con mis padres y hermana a “andar las Iglesias”, en aquel entonces con el Colegio de las Anas y el Hospital. Este último sin luces en el camino. Lo pasábamos “pipa” (la noche siempre tiene un puntito canalla). Ya adolescente, todo era pecado: cantar, reír, el cine, entrar a un bar ni pensarlo. Recuerdo una vez haber cuestionado las amigas si mascar chicle sería pecado, por el deleite que suponía esa “chuche”.  ¡Ah!, y olvidaba las “ velas”, se nos amontonaban, teníamos que correr de una Iglesia a otra a hacer de rodillas la correspondiente  ½  hora ante el “Monumento”. Sólo envidiábamos a las  “Manolas”. Qué guapas iban todas.

Y llegaba la gran procesión de VIERNES SANTO. Mismo proceso. Todos los pasos (menos la Vera Cruz que no salía entonces), todo silencio, todo hombres, todos a hombros (pobres cofrades, en pleno día de ayuno y abstinencia). Que miedo me daban de niña los penitentes que iban detrás de los pasos, descalzos y con cadenas, y sobre todo los tres encapuchados sin capirote, todos de negro integral (me suena se les denominaba excautivos, ahora no salen). De esta procesión recuerdo la alegría familiar cuando veíamos el farol grande lleno de luces, hoy desaparecido. Cada año mi padre nos contaba la historia que ligaba el farol a la familia Pascual.

El famoso farol de los Pascual. Hoy extraviado. (Autor: Ruiz)

El famoso farol de los Pascual. Hoy extraviado. (Autor: Ruiz)

Y ahí terminaba la Semana Santa popular, seguíamos escuchando música clásica  hasta el Domingo de Resurrección y nos quedaba San Bartolomé, que era un día mágico y merece relato especial.

Ya vuelvo a Madrid. Otras cuatro horas por delante . Con qué tranquilidad rememoro la Semana Santa de hoy en día.  Objetivo cumplido, casi, casi no me he perdido nada y empiezo las valoraciones:  Indudablemente menos religiosa o, mejor, menos beata que la de antes; participación de mujeres, más activa, menos “ velas” de rodillas y más ruido, mucho más ruido, tambores y trompetas en todos los pasos, animación, muchos niños y jóvenes, algún abuelo, procesiones muy bonitas con escenificación, preciosas saetas de jotas, toques musicales especiales al momento que invitan al recogimiento. Reflexiones acertadas, cortas, críticas, actuales… muy bien. Viacrucis por las ermitas y calles de casco antiguo con mucha participación ¡genial!  y ese Encuentro…, éste si es emotivo, qué nudo en el estómago, esa “saeta del madero” entrando el Nazareno a la plaza. Y esa Virgen Dolorosa mirando a su hijo…

Y se rompe la hora y se vuelve a romper y truena Caspe y los estómagos suben y bajan al ritmo seco de los tambores y los bombos.

Procesión hermosísima del Santo Entierro, sonar de matracas y acto precioso de Cierre del Sepulcro.

Sin lugar a dudas y sin mucha reflexión me quedo con la Semana Santa de ahora. Seguro se reza menos, pero se vive más; la calle une, solidariza, se comparte y vincula gentes de distintos sitios y quizá sirva algún día para mayor respeto y entendimiento.

Felicitación a las cofradías por el orden, la uniformidad, coordinación entre pasos y las evoluciones musicales que me han sorprendido considerablemente. Siempre habrá cosas mejorables, pues claro, como en todas las cosas y casas.

Y ya estoy llegando a casa. Gracias Menta, Mª Rosa, amigas, amigos y todos los míos que habéis contribuido a que vuelva a casa contenta y feliz.

Un abrazo caspolinos.

                                                                                      Amparo Pascual Francín

Posted in Colaboraciones, Cultura, Gustosa recomendación, Patrimonio, Sin categoría

Los comentarios están cerrados.