Pardos, residencia de un archiduque

Hace ya algún tiempo visité esta localidad deshabitada de la Comarca de Calatayud. En Aragón hay muchos despoblados que se concentran en Huesca, pero la provincia de Zaragoza también cuenta con alguno. Uno de ellos es Pardos, el cual da nombre a una pequeña sierra cuyo punto más elevado es el Peñón con 1.264 metros de altura. La población más cercana es Abanto, que a su vez dista unos veinte kilómetros del afamado Monasterio de Piedra. Nada tiene que ver este parque natural, uno de los lugares más visitados de Aragón con más de medio millón de visitantes al año, con este pequeño enclave. Apenas lo visitan algunas personas al cabo del año, pero éstos no quedan defraudados. Uno de los accesos es una pista de más de seis kilómetros que parte del kilómetro 17 de la carretera que une Cubel y Acered, la cual permite llegar hasta las primeras casas. Está en buen estado aunque hay algún tramo intermedio que se puede complicar tras épocas de lluvias. El pueblo no se divisa hasta alcanzar un pequeño barranco escoltado por unos farallones rocosos, el cual vierte sus aguas a su vez en el barranco de la Veguilla. El conjunto de casas agrupadas en este bello y entutau* paraje es lo primero que sorprende al viajero. Uno de los motivos de su despoblamiento, hecho que tuvo lugar a finales de los años setenta, fue la falta de carretera. Y paradójicamente se llevó a cabo la pista de acceso cuando ya no vivía nadie. También llegó la luz eléctrica en los últimos años cuando ya eran escasos los vecinos. Treinta y cinco años después, la situación de ruina es progresiva y sin apenas opciones de recuperación. Un pueblo sin vida que llegó a contar con medio centenar de casas habitadas y cuyo censo era superior a los trescientos habitantes a mediados del siglo XX.

*Entutau: Recóndito, oculto.

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Un paseo por la calle principal nos permite todavía adivinar la trama urbana de este pintoresco pueblo. En ella se alinean las fachadas de sus casas, una de las primeras la casa de la tía Juliana. Dos plazas, la replazoleta, y otra más adelante, la mayor, servían de espacio de convivencia. En esta última estaban las escuelas y la casa del maestro, y cerrando uno de los extremos la casa del Tío Damaso, que sorprende por sus dos pisos cuyas paredes de azulete se ven desde plaza.

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La calle principal avanza hasta llegar a la fuente, sobre la cual se alza un peculiar grupo de carrascas agrupadas en medio de unos riscos. A escasos metros se levanta la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Consta de única nave que se cubre con bóveda de lunetos. A los pies se alza el acceso y sobre el mismo una espadaña de dos vanos de medio punto. La visita se culmina con la ascensión a la cresta lateral derecha que bordea el barranco, a la cual se accede en unos minutos. Allí se alzan los restos de un torreón musulmán y de la ermita de Santa Catalina. Las vistas de la población desde este punto son magníficas.

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La historia reciente de esta localidad está marcada por la estancia de Hugo von Habsburgo que decía ser archiduque de Austria, y bien podría serlo ya que ese título lo comparten todos los descendientes de la familia imperial. Esto ocurrió hacia el año 1995, cuando el pueblo ya estaba deshabitado. Este peculiar personaje de 42 años llevaba vestimenta de tirolés, con sombrero de fieltro, chaqueta de lana y medias de lana sobre el pantalón. Y lucía una barba como la de Carlos I, el Habsburgo más eminente de la historia. A pesar de sus características fue muy bien acogido por los antiguos vecinos e incluso uno de ellos, el señor Manuel, le cedió su casa y un gortet* para vivir allí. En la puerta figuraba un aviso: «Solamente Dios es bienvenido». Por su parte Hugo impartió clases gratuitas de inglés a los muchachos de los pueblos cercanos de Abanto, Cubel, Campillo y Nuévalos. En este bello paraje encontró la armonía interior. Su actividad se basaba en pintar serpientes y escribir sobre botánica. Se alimentaba de lo que cultivaba en el huerto y de la leche de una cabra que le dieron, ya que era vegetariano. Allí permaneció un par de años aproximadamente hasta que se marchó. Pero su huella ha quedado tanto en la memoria de los antiguos vecinos como en los medios de comunicación de aquellos años, y como testimonio este reportaje de Antena 3, dentro del programa “A toda página”.

*Gortet: Huerto pequeño.

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