La comparsa de Gigantes y Cabezudos de Zaragoza

A tan solo unas horas del inicio de las fiestas del Pilar de Zaragoza, la capital de Aragón se prepara para la organización de multitud de actos. Muchos serán multitudinarios e incluso alcanzarán gran repercusión social. Sin embargo, seguro que ninguno de ellos puede equipararse a los actos tradicionales; aquellos que verdaderamente definen la esencia más auténtica de la fiesta y que son absolutamente imprescindibles. De todos ellos, destaca especialmente el tradicional recorrido por calles de la ciudad de la comparsa de gigantes y cabezudos que, como en otras muchos pueblos y ciudades de la geografía aragonesa, hace las delicias de los más pequeños y proyecta grandes sonrisas en los más mayores. ¿Cuál es el origen de esta tradición? ¿Por qué sigue entusiasmando a miles y miles de personas? Vamos a intentar buscar una explicación.

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 En España, la organización de comparsas de gigantes y cabezudos es una tradición popular íntimamente ligada a todo tipo de celebraciones. Antiguamente, era común ver este tipo de personajes en procesiones religiosas o desfiles reales, incluso en momentos de júbilo extraordinarios para regocijo de las gentes. Y en la actualidad, sigue pasando lo mismo, puesto que forman parte fundamental de las fiestas populares. En el caso de Zaragoza, la comparsa no participa únicamente en las fiestas del Pilar, también lo hace en días señalados como San Valero o la Cincomarzada.

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Al parecer esta tradición tiene su origen en la Edad Media, época en la que ya se documenta en diferentes ciudades españolas la existencia de gigantes que representaban a personajes como Goliat o San Cristóbal en procesiones religiosas. En Aragón, se piensa que quizá pudieron ser introducidos en época del rey Alfonso V por influencia de Nápoles, aunque nada se puede afirmar en este sentido. Sin embargo, sí sabemos que su definitivo arraigo entre la población se produjo a raíz de la Contrarreforma, cuando este tipo de personajes adquirieron una enorme fuerza simbólica formando parte de las procesiones del Corpus Christi.

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Era común que los cabezudos, personajes grotescos plagados de muecas y deformidades, así como otros monstruos y dragones, personificaran maldad y los vicios. Hay que recordar que en el pensamiento medieval fealdad y pecado eran conceptos que siempre iban de la mano. Ellos encabezaban los desfiles huyendo de la presencia de la divinidad y perseguían en su huida a los más pequeños, quienes no dejaban de provocarles con todo tipo de burlas. Por el contrario, los gigantes solían ser figuras dignas que podían representar a reyes o personajes de importancia y acompañaban la custodia bailando elegantemente al ritmo de la música.

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Gigantes de Zaragoza

Este era el caso de la comparsa de Zaragoza que ya en el siglo XVII contaba con cuatro gigantes, cuatro cabezudos y cuatro caballitos. Precisamente, dos de estos gigantes todavía sobreviven en la comparsa actual. Es el caso del “Chino”, que presenta Asia, y la “Negra”, que aunque en un primer momento representaba América, hoy es identificada con África. El “Turco” (África) y Europa desaparecieron con el tiempo y fueron transformados en el “Rey” y la “Reina”, quienes en un primer momento representaron a Jaime I y quizá Violante de Hungría y, seguramente con motivo de la celebración del octavo centenario de la conquista de la ciudad en 1918, se transformaron en Alfonso I y doña Urraca.

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Afortunadamente, los cabezudos fueron perdieron poco a poco aquella simbología moral barroca y con el paso de los años pasaron a convertirse en unos personajes cómicos y ridículos, pero a la vez muy entrañables, especialmente entre los niños, quienes seguían disfrutando de lo lindo de sus carreras y latigazos. Y es que lo que nunca perdieron estos cabezudos fue su función social más importante: servir de vehículo para que los más pequeños superen los miedos y aprendan a reírse de ellos. Un aprendizaje que ha heredado generación en generación y que todavía hoy sigue haciéndose presente en la actualidad. Basta comprobar la buena cantidad padres que acompañan a sus temerosos hijos con la ilusión de que pronto sean ellos quienes entren en el juego de ser perseguidos.

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Los cabezudos pronto pasaron a inspirarse en personajes reales y ya a mediados del siglo XIX la comparsa estaba formada por cuatro cabezudos que representaban a vecinos de la ciudad: El “Berrugón”, que era el corregidor de la ciudad; el “Tuerto”, un médico llamado Melendo famoso por su mal genio; el “Forano”, un cochero de diligencia del que no sabemos más; y el “Morico”, un sirviente negro de origen cubano traído a la ciudad por el Conde de la Viñaza.

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En 1860, con motivo de la visita a la ciudad e la reina Isabel II, el municipio decidió encargar al escultor zaragozano Félix Oroz la ampliación de la comparsa con nuevos personajes. Fruto de esta ampliación nacieron cuatro nuevos gigantes inspirados en “El Quijote” de Cervantes: El propio Don Quijote, Dulcinea y los duques de Villahermosa. Y también cuatro nuevos cabezudos: El “Robaculeros” que representaba a Sancho Panza; la “Forana”, que quizá en su origen pudo ser Teresa Panza, aunque hoy representa a una baturra; y otros dos personajes reales: el “boticario”, inspirado en un adinerado vecino llamado Don Pedro Alonso Pérez, y el “torero”, que pudo ser cualquiera de los toreros famosos de la época.

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Algunos años después se introdujeron más cabezudos inspirados en personajes populares como “Pascual el Vigilante”, que era el sereno de la calle Alfonso I; o el “Mansi”, un cobrador municipal de sillas. Sin embargo, no contaron con la aceptación de sus antecesores y no han llegado hasta la actualidad.

Recientemente, en 1982, se introdujo el personaje de “la Pilara” que rinde homenaje a Pilar Lahuerta, una popular vedette del antiguo Cabaret Oasis. Y en estos últimos años también se han incorporado otros nuevos personajes como los gigantes del General Palafox y Agustina de Aragón, y el “azutero”, cabezudo que representa al famoso jotero conocido como El Royo del Rabal.

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El resultado de todo ello, es que hoy se puede afirmar que la comparsa de gigantes y cabezudos Zaragoza es una de las más completas y bellas de toda España. Además, ha recobrado un protagonismo renovado y ha ganado en presencia y calidad, principalmente, gracias a la labor de muchas personas amantes del folclore. Los zaragozanos pueden estar muy orgullosos de ella pero, sobre todo, tienen que ser conscientes de que la comparsa es mucho más que un desfile; es Historia viva de la ciudad y uno de los legados patrimoniales más importantes que se conservan de su pasado.

Fuente: identidadaragonesa

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