Nadie discute el papel esencial que la Banda Municipal de Música juega en nuestras fiestas patronales. Se sacrifican, sobre todo en los madrugones, pasan calor y nos amenizan actos tan clásicos como la procesión a San Roque o el chupinazo. Poder disponer de un agrupación así, en una localidad como Caspe, es un privilegio.
Huno un tiempo, en los años anteriores y posteriores a la guerra civil, que la Banda de Música realizaba una o incluso dos actuaciones diarias en fiestas. A los desfiles y conciertos de rigor se sumaban las dianas floreadas, a las 7 de la mañana. Podemos imaginar los rostro de los muchachos músicos en aquellas jornadas.
Un melómano caspolino, José Paris Luna, quiso regalar un banderín a la agrupación, recogiéndose el acto dentro del programa de fiestas de 1947.
El acto, rodeado del boato de la inmediata posguerra, queda recogida en esta magnífica colección fotográfica que gentilmente nos cede Carmen Royo.
Cada vez que estos días, oigan a la banda pasar, aplaudan fuerte. Ya lo decía Don Quijote: «donde hay música no puede haber cosa mala».
La banda, con el maestro caspolino Rafael Campos, autor del Himno a Caspe.
Relamido
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