La verja y el dinosaurio

La reciente clausura de una nueva edición del rastrillo solidario, esta vez para recaudar fondos que sumar al proyecto Caspe Música y Compromiso, ha traído a mi recuerdo un hecho que a lo largo de todo este año he querido contar pero que, por pudor, por pereza o por una suerte de hastío,  no veía el momento.

El 28 de diciembre de 2012, hace ahora un año, el historiador Manuel Siurana, coautor del libro “La Iglesia Santa María la Mayor de Caspe”, ofreció en dicho templo una extraordinaria conferencia en la cual, de un modo ameno y didáctico, expuso las fases arquitectónicas del mismo y nos mostró varias claves, pequeñas huellas que han sobrevivido al tiempo, que se antojan esenciales para entender el proceso constructivo de la parroquial caspolina.

Charla de Manuel Siurana

Charla de Manuel Siurana

Terminado el acto, que organizaba el Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón Caspe (CECBAC), me acerqué al ponente con la intención de felicitarle y, también, preguntarle por el procedimiento a seguir para lograr que la bóveda mudéjar de la capilla del Santo Cristo tenga un mayor reconocimiento (incomprensiblemente, no forma parte de los bienes mudéjares considerados Patrimonio de la Humanidad). En ese momento, con la acritud acostumbrada, un erudito local le espetó si consideraba correcto que “unos” –por su tono, parecían los hunos- colocaran una verja  en la puerta del Caritatero, así, a las bravas, por capricho, dañando el edificio de modo inmisericorde y pasándose por el arco del triunfo cualquier protocolo de actuación.

Admito que, si bien no era la primera vez que contemplaba esta suerte de escrache intelectual, en esta ocasión me dolió. Y no ya por ese comportamiento entre lo infantil y lo grosero, pues mi etapa de secretario de dicho ente me sirvió, además de para trabajar en proyectos estupendos, para quitarme ciertas legañas, sino porque fui yo quien planteé, en su día, la reposición de ese elemento. Algo de lo que, dicho sea de paso, me siento especialmente orgulloso.

Verja del Caritatero

Verja del Caritatero

Fue el 15 de noviembre de 2009, domingo, realizando mis tareas de comisario en la exposición “100 años, 100 imágenes”, con motivo del Centenario de la Declaración del Atrio de la Colegiata como Monumento Nacional, cuando planteé al recordado Antonio Flecha, a la sazón párroco de nuestra ciudad, y a Miguel Barriendos, la necesidad de reponer esa verja, que fue eliminada en los años 40 del siglo pasado. Una bella instantánea tomada en 1915 por el prestigioso fotógrafo Josep Salvany servía de testimonio irrefutable de la existencia de dicho elemento, así como de sus importantes dimensiones y del acierto de su forja (en concordancia con el lugar).

Puerta del Caritateero. Año 1915.   (Arxiu Salvany, Barcelona)

Puerta del Caritateero. Año 1915. (Arxiu Salvany, Barcelona)

La propuesta de reposición no atendía –o no únicamente- a cierto halo romántico, ni por supuesto a una terquedad irreflexiva, sino a la demostrable necesidad de dotar al templo de un elemento de seguridad en su flanco Sur, que intimidara a posibles ladrones y que, del mismo modo, protegiera la maltrecha puerta -entonces cerrada debido a un riesgo de derrumbe- de balonazos, micciones y otros agentes nocivos. Quizá la mejor solución hubiera sido plantar delante de la puerta dos o tres troncos de olivera y luego convocar un concurso a ver quién lo decoraba de modo más cool. Un millón de las antiguas pesetas, allá por el 2005, nos costó el leño que “decora” la Plaza de los Maestros. Y digo “nos” porque era dinero de la Diputación Provincial, es decir, de todos los ciudadanos, y con el agravante de que el CECBAC tuvo que asumir el pago inmediato al artista, a cambio de un simple recibo, sin ninguna justificación ni proyecto que avalara dicha –llamémoslo de modo generoso- ocurrencia. Aquella acción causó un verdadero desastre en la Institución Fernando el Católico, de la cual el CECBAC es filial, que tuvo que reclamar al artista el dinero, por no ajustarse de ningún modo a la legalidad. A su vez, retiró el dinero de la cuenta del Centro de Estudios, ordenando que los pagos se hiciesen a partir de ese momento desde la sede de Zaragoza, previa justificación razonada, sin que en Caspe se tocara una peseta. Pero, con todo, a pesar de ese hándicap, la Junta entrante, presidida por Salvador Melguizo, tuvo el coraje de asumir proyectos editorialmente notables y valientes, como la publicación de las memorias del anarquista Braulio Serrano Capuj y de un excelente estudio de la vida y obra del caspolino Manuel Buenacasa Tomeo, reconocido cenetista a nivel estatal, gracias a la generosidad de sus hijas y al enorme trabajo de Jesús Cirac Febas. Y recibimos –yo tuve la fortuna de ser Secretario de aquella Junta- el aval de la IFC, que vio en aquellos proyectos, y en otros que sacamos adelante, la seriedad y el rigor que se le presupone a un centro de estas características. A pesar de que en Caspe muchos de los «compañeros» no nos pusieron, ni mucho menos, una alfombra roja, fiscalizando nuestra gestión con impertinencia contumaz.

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Tótem en la Plaza de los Maestros

Pero volvamos a la verja del Caritatero. Para la consecución del objetivo se constituyó, en septiembre de 2010, una plataforma ciudadana integrada por tres dinámicas asociaciones caspolinas que realizaron –a falta de subvenciones- un enorme esfuerzo por sacar adelante este proyecto. En pocas semanas, gracias al rastrillo ciudadano, a las rifas y al recital de poesía en homenaje a Labordeta y Miguel Hernández, entre otros actos, el pueblo de Caspe aportó el dinero suficiente (la mitad de un tótem, aproximadamente) para financiar esa verja señorial, que en enero de 2011 estaba acabada y a la espera de que finalizaran las obras de la Capilla de la Veracruz para ser colocada. Y durante todo el proceso contamos con el apoyo de nuestro querido párroco Antonio (quien no llegó a ver culminada esa y otras actuaciones que con gran entusiasmo encabezó), con la “bendición” de la comisión de Patrimonio del Arzobispado de Zaragoza (propietario de la Colegiata) e incluso con la ayuda de los arquitectos Joaquin Soro y Roberto Benedicto, de quienes recibimos las instrucciones precisas para colocar la verja del modo menos lesivo para el Bien. Tarea ésta que realizaron profesionales cualificados.

Colocación de la verja, según directrices de Patrimonio.

Colocación de la verja, según directrices de Patrimonio.

Es posible, aún con todo, que todos estos argumentos resulten insuficientes para defender la colocación de la verja del Caritatero a ojos del ilustre caspolino, luchador incansable en la defensa del Patrimonio Histórico Local. Pero el que escribe y firma, que ni es erudito ni falta le hace, no puede evitar sentir mucha satisfacción cada vez que pasea por los jardines de la Colegiata. Del mismo modo que, cuando observa la bonita verja, coronada por un estupendo escudo de Caspe que un caspolino entusiasta hizo desinteresadamente, le viene a la mente el célebre cuento de Augusto Monterroso.

Alfredo Grañena Gavin

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