CRÓNICAS DE VIAJE

MANUAL DEL CAMINANTE

 Durante el día, sobre todo de lo que va de octubre a marzo, camina por las aceras soleadas. Por las noches explora las callejuelas, te resguardarán con afán de abuela del impenitente viento. No hagas caso del miedo generalizado a ser atracado. Sólo podrán robarte aquello que temas perder. Además, las posibilidades de que te pase algo malo son muy inferiores a la posibilidades de que te pase algo bueno. Escucha. Observa. Husmea. Oriéntate. Maneja con soltura el norte y el sur, el este y el oeste. Pero no te obsesiones. Hazlo de manera gradual y los secretos de la ciudad se te abrirán misteriosamente y sin esfuerzo. Evita las esquinas cerradas y las aglomeraciones de gente, eso es para otro tipo de animal muy distinto. Tómate tu tiempo. Respira hondo y tranquilo, no tienes prisa ninguna, toma como indicadores de dirección las hileras de árboles y mira como la luz del mediodía dibuja sobre ellos un escorzo imposible. Siempre es igual, pero cada vez es único. Sonríe amablamente cada mirada que se cruce en tu camino. Cuando te canses un poco y sientas tus piernas endurecerse siéntate un rato en un banco cualquiera y observa a la masa dominada por las prisas. Verás entonces que el tiempo puede ser tu mejor aliado si te decides sinceramente a ignorarlo. Avanza siempre con la espalda recta, la barbilla y la mirada en noventa grados. No querrás tener que dejar de caminar por el simple hecho de caminar. Con el tiempo relacionarás las fechas y las horas con los mejores lugares. Planifica una ruta. Síguela. Coincide con el turno de trabajo de esa camarera tan simpática de ojos profundos y tómate con ella un café. Escucha sus penas, pero no le cuentes las tuyas. No des ni un resquicio de confianza a los malos pensamientos. Librerías, muchas librerías, si son de viejo, mejor que mejor. Aliméntate. Sé uno de esos díscolos que pasea comiendo una manzana como si el mundo no fuera con él.

Mercados, paseos, parques, jardines, bulevares, avenidas, museos, corredores, puentes, travesías, pasarelas, escaleras, caminos, campos a través, sendas forestales, junglas salvajes, países lejanos, cualquier superficie vale.

Escucha música callejera. Quédate hasta el final de la actuación del violinista y échale unas monedas, no seas tacaño. !No hagas rutas por el amor de Dios¡. Elige unos buenos zapatos. No los que más reluzcan, sino los que te sean más cómodos. Maneja los tiempos sin manejarlos. Término medio: Que cuando estés en casa añores la calle y cuando pasees añores tu hogar, si es que lo tienes.

Los extraños son conocidos. Los árboles agitan sus hojas. Las paredes proclaman al aire sus verdades ocultas y puede ser que los edificios también mueran. La belleza nace de cualquier cosa. La brisa varía. La ciudad varía e incluso tú varías más de lo que desearías. Pero no te queda otra que salir a la calle y seguir caminando hacia adelante, hacia adelante, hacia delante, siempre hacia adelante.

 Alejandro Giménez Robres

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